Que los demás sean fuente de inspiración para nosotros y queramos seguir su ejemplo es, de alguna manera, conocer lo que llevamos dentro y queremos manifestar. 

Es un deseo sano de lo que queremos alcanzar y lograr, pero no reconocer abiertamente este valor en los otros se convierte en envidia, que es justo lo opuesto. 

La palabra envidia está compuesta del latín in o en, y videre, mirar, es decir que nuestro enfoque está puesto en otros en lugar de en nosotros. 

Querer lo que tienen los demás de manera obsesiva es un mal que ataca no sólo a nuestro ser, sino que si lo dejamos salir, se convierte en el veneno que arrasa con muchas cosas a su paso. La envidia es una distorsión de nosotros mismos. 

Es el dolor que sentimos por el bien de otros; es estar completamente alejados de nuestro ser y de la realización de lo que verdaderamente queremos para estar enfocados en destinos que no nos corresponden y, al final, es un tremendo autogol.  

Es verdad que hay muchas formas de mantener la conciencia en un nivel muy elemental, sin embargo la envidia es una de las emociones que la mantienen en un estado particularmente pobre y carente. 

Si la elevación de la consciencia tiene que describirse con algunos conceptos, éstos podrían ser la compasión, la empatía y el sentimiento de unidad con toda la vida, porque entonces, sólo de esa manera, podemos avanzar como un solo ser. 

La envidia es justo su antípoda, es el punto donde sentimos pesar del bien ajeno, por eso es tan corrosiva, principalmente para el que la siente, pues al estar pendientes de lo que logran los demás de formas tan negativas, nos cerraremos a la oportunidad preciosa de vivir plenamente lo que nos toca, incluso, nuestros más anhelados sueños, hasta el grado de nunca saber cuáles son, al estar ocultos detrás del nubarrón oscuro de nuestra envidia. 

No es que la envidia sea mala o que no debamos sentirla, tal vez venga como una emoción natural, pero si la elegimos como camino, será la venda en los ojos por excelencia. 

Con envidia jamás llegaremos donde queremos porque con ella nos adueñamos de la sombra de una vida, haciéndola nuestro mundo bizarro. Es la fallida reivindicación de lo que no hemos podido alcanzar. 

Es el autoengaño mejor logrado y el más efectivo para siempre vivir bajo la sombra de otros. La envidia es el pase directo a ser esclavos de quienes envidiamos, pues al final, es un homenaje oculto, es uno de los reconocimientos más grandes de admiración, pero convertido en un grillete propio. 

En tiempos donde los mensajes, las herramientas y las plataformas para el autodescubrimiento, la realización, la curación y la expansión del ser están tan abiertos, a la orden del día y al alcance de la mano a todos niveles, vista incluso de manera superficial, la envidia por elección ya ni siquiera está de moda, es obsoleta y se ve mal.

Toño Esquinca