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¿ES LA IRA HUMANA?

Leyendo a Wayne W. Dyer en “Tus zonas erróneas”, comenta que la ira no es humana.

Si hacemos el siguiente silogismo:
La ira no es humana.
Yo tengo ira.
Yo no soy humano.

Me produce desazón, y la sensación que una de las premisas está mal enunciada.


Pues de lo que no tengo duda es que soy un SER HUMANO, y algunas veces tengo accesos de IRA.

Probablemente el dilema se deba a un matiz semántico.

Según Jorge Bucay en su libro “Autodependencia”, nos propone la siguiente clasificación para esta especie autodenominada “HOMBRE”.

Somos seres humanos: Todos presentamos características propias de los seres humanos.


Somos individuos: Cada uno tiene unas características propias que lo hace diferente de los demás.


Pero no todos somos personas. Para ello, se necesita un aprendizaje que nos hace ser seres sociales. Por lo tanto, este estadio no es innato.

Basándome en esta clasificación, puedo comprender a Dyer. Si usted padece ira, en ese momento, usted no es persona. Por supuesto, que es individual y humano, pero no persona.

La irascibilidad es una capacidad innata, que traemos como mamíferos que somos. Y nos ha sido útil durante muchos miles de años. Pero parece que nos acercamos a una época donde la ira nos es más perjudicial que beneficiosa.

Si usted, en algún momento siente ira viendo algún acontecimiento que considera injusto, es lo más normal del mundo pues somos seres humanos. Pero si le interesa evolucionar a persona, aprenda a dominarla. No sólo sentirá satisfacción, sino que controlará sus actos; y con ello, obtendrá mayor seguridad en sí mismo.

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Educar Para La Felicidad, Otro Mundo Es Posible

Educar para la Felicidad: otro mundo es posible 2/2

1ª parte del artículo: Educar para la felicidad 1
Educar a los niños para la felicidad
En mi Coaching en Familia, utilizo herramientas para que los niños puedan expresar su creatividad, mejorar su potencial mental y por tanto su autoestima.
Nos damos la oportunidad de educarnos en las emociones, como en la época de Sócrates y Aristóteles, cultivando otras partes de nosotros que necesitan su espacio de expresión
En la antigüedad Sócrates utilizaba la mayeútica: planteaba un tema a sus alumnos para encadenar pregunta tras pregunta y guiar al aprendiz a que hallara su propia respuesta.

A su vez en la escuela Aristotélica se estudiaban, entre otras cosas, las virtudes, se desarrollaban conceptualmente valores como la confianza en si mismo, la seguridad, la perseverancia, el orden, la paciencia, etc., para ajustarlos a experiencias personales de cada alumno. Ya que, si bien hay una ética y unas leyes universales inmutables la expresión de esa ley varía de individuo a individuo.
Cada uno somos un color, cada uno emitimos una nota particular. Y el Coaching ofrece la posibilidad de romper cadenas, liberar hábitos y crear nuevas posibilidades a través del auto-conocimiento.
Por ejemplo, ¿cuántas veces les has dicho a tus hijos “¡tienes que tener paciencia!?” Yo te pregunto: ¿dónde? ¿en el bolsillo del pantalón, en la carpeta del colegio, en la mochila? La paciencia no se tiene. Se es, o no se es, paciente. Ser o no ser, esa es la cuestión y así nos lo hizo saber Shakespeare.
Ahora te vuelvo a preguntar: cuando le decías a tu hijo “¡tienes que tener paciencia!, ¿estabas TU siendo paciente, o, desde tu impaciencia, le estabas queriendo imponer algo abstracto en su cabeza? La paciencia existe, pero como cualidad, como virtud, como una energía, sin forma material.
Además con ese “tienes” también trasladamos el mensaje subliminal de que la impaciencia no es buena. Lo cual es irreal. Sin la impaciencia, quizás, a lo mejor, muchas acciones de la historia de la humanidad no se hubieran llevado a cabo… ¿no crees?. Incluidos aquellos “errores” a los que la impaciencia nos ha inducido en algún momento, y de los que hemos aprendido.
Simplemente reflexiona sobre esta cuestión…
¡¡¡La conclusión a la que tú llegues estará bien porque es la tuya!!!
Educar a los adolescentes para la felicidad
Mi Coaching en Familia contiene un espacio muy importante para los adolescentes, para afrontar, entre todos, una etapa de la vida donde se combinan la incertidumbre, la duda y el miedo con la necesidad de ser aceptado, la creación de una identidad propia… Es importante crear un espacio para que esto pueda expresarse sin que sean vistos como “algo raro o malo”.
En la incertidumbre puede haber sabiduría
En la duda puede haber reflexión y auto-crítica
En el miedo puede haber prudencia, muerte y renacimiento…
Si negamos el valor de los opuestos negamos una parte de nosotros, negamos la posibilidad de encontrar, en su momento, el equilibrio y nos creamos una imagen distorsionada de nosotros mismos que puede llegar a bloquearnos en un futuro. Alimentamos “la sombra” como la denominaba Jung y el peso del inconsciente.

Queremos que nuestros hijos sean felices, que tengan todo su camino libre de obstáculos, queremos que tengan todas las respuestas, incluso aquellas que nosotros no tenemos para nosotros.
Te propongo que después de leer este párrafo cierres los ojos, tomes una respiración profunda y recuerdes: ¿cuántas veces TE has sonreído hoy y te has dicho “¡qué bien estoy conmigo mismo! y los has dicho sintiéndolo de verdad?
Te doy unos segundos…Prueba.
Lo más probable es que, o no hayas sonreído para nada porque no es el día o que hayas sonreído a aquellos que esperas y deseas agradar. Una actitud muy adolescente ¿no crees? Hay días que no quiero salir de mi y otros en los que me paso todo el día fuera. ¿Si yo no me defiendo bien en el equilibrio por qué espero que mis hijos sí?
En la medida en que nos anticipemos a los acontecimientos de nuestros hijos queriéndoles evitar su propia experiencia para que no fracasen, para que no sufran, para que sean felices, sólo estaremos dejando de confiar en ellos, en su resiliencia, en sus propias capacidades de salvar obstáculos, tal y como hemos hecho nosotros mismos.
Muy distinto es estar ahí para cuando nos necesitan, para cuando preguntan, para cuando nos pidan agarrarse de nuestra mano. Ahí sí, ahí es donde nos la jugamos.
Educarnos como padres para la felicidad
¿Y los padres?
Pues los padres hacemos lo que sabemos y como sabemos. ¿Qué pasaría si nos diéramos la oportunidad de reconocer que podemos saber más, que podemos aprender a cómo aprender de nosotros mismos con creatividad y serenidad? Pues que nos convertiríamos, no sólo en nuestro propio maestro, sino también en el de nuestros hijos.

Como padres somos un modelo para nuestros hijos. Eso lo sabemos. A nivel intelectual. A eso se le llama conocimiento. El primer escalón. Pero lo olvidamos de vez en cuando, no lo practicamos en el día a día, nos falta incorporar el conocimiento en acción, avanzar hacia la sabiduría.
Si nuestra mente sabe que somos el modelo está muy bien pero que actuemos a cada paso de nuestro camino como padres conscientes, sintiendo que hacemos lo que hacemos porque es lo que queremos hacer, eso está mucho mejor. Se llama sabiduría. Y es acto, experiencia y amor.
Ya lo decía Mafalda, nuestros hijos son los primeros que estamos educando”. Ese es el punto, a la vez que nuestros hijos, sobrinos y nietos crecen y aprenden, nosotros también estamos aprendiendo. Pero con una diferencia vital y es que a nosotros, padres, sí nos educaron antes, desde unas creencias y unos hábitos adquiridos, luego… no aprendemos sobre un papel en blanco como lo hace un niño.

A veces es tan simple como que no estamos en el rol que nos corresponde. De manera inconsciente, pero, ¿cuantas veces en vez de pareja o esposa soy madre? y ¿cuantas veces en vez de padre soy un colega para mi hijo?. Y no propongo, de repente, coger la teoría de los roles familiares y aplicarla a golpe de libro, no, propongo desenredar la madeja de lana de cada uno, para ver qué ocurre en un niño, adolescente o familia determinada para que ellos mismos creen su modelo, su familia, con sus valores.
Otras veces, el apoyo viene de hacernos conscientes de que unas palabras tienen más poder que otras, porque las palabras llevan intención y energía. Existe la magia de las palabras, pero no la recordamos. Y si no… ¿porqué cada conjuro de magia lleva un “abracadabra”? o ¿porqué les decimos a los niños cuando nos piden algo…”te falta la palabra mágica” refiriéndonos al gracias y al por favor?
Cuando el Mago Merlín entregó a Arturo a otra familia, con 12 años, tras adoptarle y educarle, todo el mundo le preguntaba a Arturo: ¿qué te ha enseñado el Mago Merlín? ¡Queremos saber, queremos saber! Todos querían tener poder, todos querían conocer fórmulas mágicas para alcanzar el éxito. Y Arturo simplemente les dijo: “Merlín me ha enseñado la magia de las palabras”.
La decepción fue enorme, ¡con eso no podrían convertir el plomo en oro!. Pero el gran secreto se mantuvo por mucho tiempo para renacer, de nuevo, en estos tiempos. La verdadera transformación ocurre en el interior de cada uno de nosotros, el poder reside en nosotros, es ilimitado y el éxito puede verse con el logro de un equilibrio físico, emocional y mental que nos oriente a una vida sana y equilibrada en relación a nuestros deseos y necesidades particulares.
Lo mismo que la araña teje su tela de dentro hacia fuera. Cada familia tiene derecho a saber tejer de dentro hacia fuera. Y no buscar fuera lo que dicen otros y aplicarlo sí o sí.
Todas las herramientas están dentro de nosotros, el coaching, simplemente cuanta con distintas técnicas que te apoyan en el proceso de recordar donde guardaste la caja de herramientas y para qué utilizar cada una de ellas.
La decisión de si las utiliza o no, eso, ya es otra cuestión, es tu cuestión. Simplemente recordar que si tú te educas para ser feliz, contribuirás enormemente a que tu entorno sea feliz. ¡¡¡Sólo con eso ya es mucho!!!

AUTORA: Itziar Azkona,
Terapeúta y Coach de PNL y New Code entrenada por John Grinder.

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EL AMOR ES UN FARO

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El amor es faro que todo lo ilumina,
no asusta, aunque sea pedregoso
el camino en que se alza,
aunque todo tiemble alrededor.
La vida puede ser cruel, pero la endulza,
cuando el amor pasa por tu lado.
Sientes que el sol y la luna
se reflejan en su mirada
y no puedes negar que exista
porque alborota tu existencia
y lo proclama el brillo de tus ojos.
El amor es un regalo, una luz
que todo lo ilumina y has de abrazarlo,
mientras dure, para no quedar en la penumbra.
(RJB/27.12.2012)

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Educar debe de ser una cosa parecida a espabilar a los niños y frenar a los adolescentes. Justo lo contrario de lo que hacemos: no es extraño ver niños de cuatro años con cochecito y chupete hablando por el móvil, ni tampoco lo es ver algunos de catorce sin hora de volver a casa. Lo hemos llamado sobreprotección, pero es la desprotección más absoluta: el niño llega al insti sin haber ido a comprar una triste barra de pan, justo cuando un amigo ya se ha pasado a la coca.
Sorprende que haya tanta literatura médica y psicopedagógica para afrontar el embarazo, el parto y el primer año de vida, y que exista un vacío que llega hasta los libros de socorro para padres de adolescentes, esos que lucen títulos tan sugerentes como Mi hijo me pega o Mi hijo se droga o Los niños de entre dos y doce años no tienen quien les escriba.
Desde que abandonan el pañal (¡ya era hora!) hasta que llegan las compresas (y que duren), desde que los desenganchas del chupete hasta que te hueles que se han enganchado al tabaco, los padres hacemos una cosa fantástica: descansamos. Reponemos fuerzas del estrés de haberlos parido y enseñado a andar y nos desentendemos hasta que toca irlos a buscar de madrugada a la disco.
Ahora que, al fin volvemos a poder dormir, y hasta que el miedo al accidente de moto nos vuelva a desvelar, hacemos una siesta educativa de diez o doce años.
Alguien se estremecerá pensando que este período es precisamente el momento clave para educarlos. Tranquilo, que por algo los llevamos a la escuela.
Y si llegan inmaduros a primero de ESO que nadie sufra, allá los esperan los colegas de bachillerato que nos los sobreespabilarán en un curso y medio, máximo dos. Al modelo de padres que sobreprotege a los pequeños y abandona los adolescentes nadie los podrá acusar de haber fracasado educando a sus hijos. No lo han intentado siquiera.

Los maestros hacen algo más que huelga o vacaciones, y la educación es bastante más que un problema.
Pido perdón tres veces: por colocar en un título tres palabras tan cursis y pasadas de moda, por haberlo hecho para hablar de los maestros, y, sobre todo, sobre todo, porque mi idea es -lo siento mucho- hablar bien de ellos. Sé que mi doble condición de padre y periodista, tan radical que sus siglas son PP, me invita a criticarlos por hacer demasiadas vacaciones (como padre) y me sugiere que hable de temas importantes, como la ley de educación (es lo mínimo que se le pide a un periodista esta semana).
Pero estoy harto de que la palabra más utilizada junto a escuela sea ‘fracaso’ y delante de educación acostumbre a aparecer siempre el concepto ‘problema’, y que ‘maestro’ suela compartir titular con ‘huelga’.

La escuela hace algo más que fracasar, los maestros hacen algo más que hacer huelga (y vacaciones) y la educación es bastante más que un problema. De hecho es la única solución, pero esto nos lo tenemos muy callado, por si acaso. Mi proceso, íntimo y personal, ha sido el siguiente: empecé siendo padre, a partir de mis hijos aprendí a querer el hecho educativo, el trabajo de criarlos, de encarrilarlos, y, mira por donde, ahora aprecio a los maestros, mis cómplices. ¿Cómo no he de querer a una gente que se dedica a educar a mis hijos? Por esto me duele que se hable mal por sistema de mis queridos maestros, que no son todos los que cobran por hacerlo, claro está, sino los que son, los que suman a la profesión las tres palabras del título, los que mientras muchos padres se los imaginan en una playa de Hawái están encerrados en alguna escuela de verano, haciendo formación, buscando herramientas nuevas, métodos más adecuados.

Os deseo que aprovechéis estos días para rearmaros moralmente. Porque hace falta mucha moral para ser maestro. Moral en el sentido de los valores y moral para afrontar el día a día sin sentir el aprecio y la confianza imprescindibles. Ni los de la sociedad en general, ni los de los padres que os transferimos las criaturas pero no la autoridad. ¿Os imagináis un país que dejara su material más sensible, las criaturas, en sus años más importantes, de los cero a los dieciséis, y con la misión más decisiva, formarlos, en manos de unas personas en quienes no confía? Las leyes pasan, y las pizarras dejan de ensuciarnos los dedos de tiza para convertirse en digitales. Pero la fuerza y la influencia de un buen maestro siempre marcará la diferencia: el que es capaz de colgar la mochila de un desaliento justificado junto a las mochilas de los alumnos y, ya liberado de peso, asume de buen humor que no será recordado por lo que le toca enseñar, sino por lo que aprenderán de él.
Carles Capdevila / Periodista.

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TRANSCRIPCIÓN MARINA

TRANSCRIPCIÓN MARINA

Yo buscaba el mar en una orilla
del vacío que cubren las arenas
y todo se transcribía en azules.

Soñaba el mar como una sinfonía
de pájaros y peces amarillos
dispuestos al deleite.

Y el mar abrió sus olas
engullendo mi jardín de risas.
Marejada que costó mi libertad.

Cabalgué sobre los hipocampos,
como una remera de barcos
buscando un ancla.

Hallé la transcripción de tus manos
engarzadas con la leve brisa
que derrama su luz en los párpados.

Los míos estaban perdidos
en la brújula errante
que envolvía las estrellas del horizonte.
(5-12-12)

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Depresión Posparto: ¿Qué es?

20% de las mujeres que dan a luz, padecen Depresión Posparto (DPP) sin importar su edad, religión, cultura, raza, educación o nivel socioeconómico.

Los síntomas pueden ir desde la tristeza y la ansiedad, pasando por la dificultad para vincularse con el bebé, hasta deseos suicidas y/o de hacerle daño a su hijo.

Afecta no solamente a la mujer, sino también al bebé, a la pareja, a la familia y a todo su entorno.

Con el tratamiento adecuado, es temporal y se puede alcanzar una completa recuperación. Si no se atiende, puede convertirse en un padecimiento crónico y/o tener graves consecuencias.

Si crees que tú o alguien cercano puede padecer DPP, hay un Grupo de Apoyo en la Ciudad de México donde te pueden ayudar.
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