“Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio de las cosas.
Los árboles y las yerbas son silenciosas;
el viento las agita y resuenan.
El agua está callada:
el aire la mueve y resuena;
las olas mugen: algo las oprime;
la cascada se precipita: le falta suelo;
el lago hierve: algo lo calienta.
Son mudos los metales y las piedras, pero si algo los golpea, resuenan.
Así el hombre.
Si habla, es que no puede contenerse;
si se emociona, canta;
si sufre, se lamenta.
Todo lo que sale de su boca en forma de sonido se debe a una ruptura de su equilibrio.
La música nos sirve para desplegar
los sentimientos comprimidos en nuestro fuero interno.
Escogemos los materiales que más fácilmente resuenen
y con ellos fabricamos instrumentos sonoros:
metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piel y madera.
El cielo no procede de otro modo.
También él escoge aquello que más fácilmente resuena:
los pájaros en la primavera;
el trueno en verano;
los insectos en otoño;
el viento en invierno.
Una tras otra, las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin.
Y su continuo transcurrir,
¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se ha roto?
Lo mismo sucede entre los hombres;
el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra;
la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra.
Y así,
cuando el equilibrio se rompe,
el cielo escoge entre los hombres a aquellos que son más sensibles,
y los hace resonar”.
Han Yü (768-824) : “Misión de la literatura” ( traducción de Octavio Paz)
Tomado de http://misiglo.wordpress.com/
Imágenes: Tomadas de la web