LAS VICTIMAS PSICOLOGICAS

LAS VÍCTIMAS PSICOLÓGICAS

Me refiero en las reflexiones que siguen a las relacionesafectivas y a las relaciones de pareja, no a las relaciones donde seres humanosson afectados particular o colectivamente bajo situaciones violentas ydestructivas.

Las personas que se comportan como víctimas habituales adoptanun papel o un rol que parece un montaje de actuación dirigido a un fin:mostrarse desvalidas, atropelladas por otros, abandonadas a su cruel destino. Acambio esperan recibir atenciones, compasión y solidaridad en los juicios quehan establecido contra aquellos a quienes acusan. Ellas deben ganar en estejuego y otros deben perder y ser culpados.

Estas víctimas sicológicas tuercen la realidad hacia un extremode la vida donde tienden a apropiarse de las situaciones experimentadasparcialmente en sus relaciones o adaptadas a su propósito de indefensiónaumentándolas exageradamente o interpretándolas como dirigidas contra ellas porotros.

Es fenómeno común en la convivencia humana que cometamosequivocaciones o que afectemos negativamente a otros en nuestrasinterrelaciones –por nuestra ignorancia, nuestras limitaciones y quizá por nuestroegoísmo inconsciente o nuestra irreflexividad frente a las necesidades delmomento o a las expectativas de quienes están cerca de nosotros-. Todoscometemos errores, algunos imperceptibles y otros enormes; a veces aprendemoslas lecciones de inmediato y en otras ocasiones tardíamente, lo que nosconfronta con opciones de cambio y nos permite enriquecer las existencias deotros una vez los trascendemos.

He descubierto como una constante en mi trabajo con mispacientes en su entorno, que la mayoría de los comportamientos o acciones queellos perciben como dirigidos a causarles daño no tenían ese propósito de partede quien acusan como victimario o como culpable.

He logrado dialogar con las dos partes involucradas y heencontrado que sus actos correspondieron a manifestaciones inevitablesestablecidas por las condiciones de sus personalidades y por las condicionesdel momento –el ser humano y sus circunstancias temporales.

Llueve y escampa en el tiempo propicio. La vida pocas veces seacomoda estrictamente a nuestros ideales, esperanzas o exigencias respecto lasacciones y comportamientos de otros -si acaso, solo nos aproximamos a lasexpectativas imaginadas.

Atribuir a otros culpas por lo que nos pasa en nuestrasrelaciones afectivas o repetir que somos víctimas de un azar desventuradoparece un poco arbitrario y selectivo.

Somos parte de esa interacción que posibilita la asignación deroles distintos –víctima y victimario-, según las interpretaciones eventuales:quien afecta y quien es afectado, quien es el sujeto activo y quien el sujetopasivo.

Probablemente las personas que las víctimas identifican yrotulan como victimarios tienen también extraordinarias cualidades y logrospositivos, no solo respecto a ellas sino también como atributos consistentes ensu historia; quizá esos seres humanos estigmatizados como victimarios se hayansentido también víctimas de otros en sus vidas.

Las víctimas prefieren enfocarse en los rasgos negativos o enlos defectos de sus relacionados, o destacan cómo fueron lastimadas y heridaspara conformar ante sus allegados un imagen propia de martirizadas y ultrajadasmientras cargan a los inculpados la imagen de insensibles e injustos.

Lo incómodo de este drama es que va adquiriendo dimensionesdesproporcionadas. Las personas que lo ejecutan escogen el lado oscuro desu emotividad y de su personalidad –y también de la de otros-, y se refugian enun sentimentalismo tendencioso y exagerado. Parecen decir a quienes lasdesaíran "ya que no haces lo que exijo de ti, me vengaré haciéndotequedar mal con todo el que quiera oírme". Ese supuesto sentimentalismoque expresan no es más que sensibilería o sentimentalismo retorcido, unadistorsión de los eventos atravesados para utilizarlos a su amaño y sincontemplar los perjuicios que causan, algo tan desatinado como que alguien tireuna colilla de cigarrillo prendida en un depósito de algodón, y que para colmose quede allí esperando a ver que pasará.

Todos podemos ocasionalmente sentirnos víctimas de algo o dealguien, como un hecho aislado, no acumulativo, lo que siempre es una reacciónnormal en que nos desbordamos emocionalmente. Todos lo hemos experimentado ennuestras relaciones afectivas interrumpidas Lo normal es que superemos esadolorosa percepción y que sigamos viendo la bondad de la existencia.

Las personas que se enrolan como víctimas suelen ser rápidas ypoco prudentes en sus juicios contra otros a quienes rechazan. Por lo común, nocorrigen sus desaciertos ni reparan las injusticias que cometen con sus comentariosdesmedidos; no parecen conscientes del poder esclavizante de sus palabras–ninguna expresión verbal deja de tener consecuencias-, por lo que no fluyencon el movimiento dinámico, creativo y acogedor de sus sentimientos y quedan endeuda.

Algunas personas pueden representar un "montón deimperfecciones y fallas" –así suelen describirlas quienes se proclamancomo sus víctimas-, y la relación con ellas puede ser altamente caótica yviolenta para quienes las estigmatizan o definen con esos adjetivos, lo quehace imposible que las partes involucradas interactúen en armonía.

Si efectivamente predomina la expresión negativa, destructiva,opresora, ejercida por uno de los implicados y no por el otro –lo que nos llevaa considerarlo como antisocial-, las relaciones deben ser modificadas y laspersonas atropelladas pueden pedir intervención legal para resolver lassituaciones con cambios, no evadiéndolas al refugiarse en sus lamentos y en lasintrigas que buscan la compasión y la complicidad encubridora de quienes lesrodean.

Si no logran estos cambios, la relación se tornará cada vez mástormentosa y deberá ser disuelta.

Las víctimas habitualmente rompen sus relaciones afectivas sinestablecer las modificaciones necesarias y sin comprender que sus propiasacciones fueron también conformadoras del conflicto y de la crisis: ellas hacen un juicio oportunista que las exime de responsabilidad y las haceaparecer como inocentes a los ojos de quienes han atendido ingenuamente susrelatos y sus quejas.

Si inician nuevas relaciones, sus rasgos seguirán presentes yvolverán a armar la misma trama; se involucrarán en un drama igualmentedesolador, y muy fructífero para producir confusión –es algo así como que seconvierten en un imán que atrae tanto dificultades como personalidadesinmaduras con las que fácilmente recrean sus tragedias.

Cómo identificar a las víctimas:

De una manera constante, no son felices. Algo delata laacongojada posición que han elegido.

Son adictas a las quejas. Son disociadoras y llevan su malestara los ambientes en que se desenvuelven. Algunas personas se refieren a ellascomo "chismosos o chismosas" o "mártires" una vez queidentifican sus modelos de manipulación y evasión.

Han escogido algunos personajes allegados como representativos yse ensañan contra ellos. Les achacan fracasos de sus historias, y a veces lasmás destacadas o absurdas contrariedades para encubrir el contenido real de susfrustraciones. Una de mis pacientes le atribuía su pre-eclampsia y su cesáreamuy temprana a la forma de ser de su marido –como médico he dialogado conmujeres con el mismo diagnóstico que recibían de sus cónyuges un tratoexcelente y demostraciones amorosas privilegiadas, lo que no impidió unaevolución clínica bastante agobiante-; otra paciente aseguraba que gracias a suesposo desconocía lo que era un orgasmo en sus casi veinte años de matrimonio;un hombre de la tercera edad se lamentaba de que por haberse casado con sumonótona esposa actual había perdido el rastro de la mujer de sus sueños.

Otros seres humanos, hombres o mujeres, acusan o culpan a sus cónyuges de haberlos obligado -por abandono o insatisfacción- a programar astuta yocultamente encuentros "románticos" que culminaron en actos de sexoconsentidos y decepcionantes, y aseguran que con estos buscaban "definirsea sí mismos /o a sí mismas", con la evasión complaciente a través de lainfidelidad o el adulterio (la mayoría sólo se echaron encima una carga más alno lograr, en los espejismos de la pasión, que su confidente del momentoles correspondiera o les ofreciera un compromiso de relación especial -losamantes o las amante que escogieron solo buscaban aventuras y placer, pues noquerían relaciones duraderas y sólidas con personas casadas-habitualmente son temidas por el riesgo de las reacciones violentas de susconsortes-). Cuando las parejas envejecen, acusan a sus cónyuges por laextinción de su virilidad, o de su feminidad, o por su desinterés sexual (para defendersu retiro forzado, el acusado o la acusada argumentan que la contraparte "seca un papayo a cantaleta" y que eso ha apagado susensualidad)…

Las víctimas agregan todos los días nuevos aportes a su retratode una vida llena de pesares y amarguras, que parecen exhibir como su máspreciado trofeo. Por contraste, pueden tener actividades que les permitenrevestirse de algún aliciente o motivación compensadora, pero tan extremado ennotoriedad positiva como el sacrificio amargo que ellas protagonizan ante elmundo: alcanzan éxito en sus profesiones y actividades mientras fingen unaderrota tortuosa en sus nexos particulares.

También el lenguaje las delata

Las victimas utilizan un lenguaje demoledor contra susimaginarios o probados torturadores: él/ella siempre…; él/ella nunca;se lo he reclamado cincuenta mil veces (y fue solo undecena); hace años que le vengo diciendo lo mismo ( y loque aluden es reciente); yo contigo/con él/con ella no cuento para nada(y le han ocupado una buena parte de su vida); yo para ti soy ucero a la izquierda; en mi casa nadie me tiene en cuenta;esta casa se está cayendo del desorden ( o de la suciedad, o delmal olor, o de…); tú nunca me has querido (y los álbumefamiliares muestran con abundancia de detalles los momentos compartidos cosincera satisfacción –al menos sus rostros lo recuerdan en las fotografías-); sólo me buscas el lado cuando quieres… (sexo, o comida, o dinero, o…); te he soportado toda la vida… (posiblemente quieren decir desde que se encontraron por primera vez, ¡qué sufrimiento!); a ti sólo te interesa…(cualquier cosa en particular y no todo lo que la otra persona realiza);el/ella no hace nada o no sirve para nada (comentarios fatalesque retratan muy pobremente a quienes los lanzan)…

Y necesariamente las víctimas deben recurrir a médicos o adiversos terapeutas para pedir asistencia. Sus consultores preferidos sonaquellos que les refuerzan sus condiciones de maltratadas, les advierten queestán bajo un gran estrés, les diagnostican trastornos depresivos(mayores, o menores, o no especificados) y les prescriben tratamientos opíldoras "mágicas" para mantenerlas en actividad, todas dirigidas alcuerpo que presumen que se enfermó solo, sin exigirles cambios en sus conductasy comportamientos –muchas veces estos profesionales ignoran sistemáticamente el modo de vida de sus pacientes y los rasgos de sus personalidades (enocasiones parecen no creer que las relaciones hayan llegado a un grado dedeterioro enfermizo que el paciente no logra superar debido a sus propiasrutinas devastadoras y a su insistencia en sentirse infeliz).

Los cambios son necesarios cuando la depresión nos acosa, lo quevemos en nuestros trastornos de apetito y de sueño, en la fatiga reiterada, enlos altibajos de nuestro ánimo, en lo cargados que nos sentimos. A veces asomanla tristeza, el temor y la incertidumbre a nuestros rostros y decimos que nosabemos porque estamos decaídos. Observando nuestras relaciones ycomportamientos podemos descubrir las causas. Provienen de nosotros mismos, decómo asimilamos la interacción con los demás, y también de los patronesfamiliares recreadores de infelicidad que no hemos superado.

Como víctimas, agotamos la energía de la vida en los conflictos,en la distorsión de nuestras relaciones, en la evasión. Y esa energíadesperdiciada nos hace falta para afirmar nuestro equilibrio, nuestrasatisfacción, nuestro bienestar.

Algo que persiste debe ser removido para que decidamos perdonarlas culpas que impusimos contra otros porque no pudieron actuar con sabiduría ygenerosidad en algunos momentos infortunados de su pasado. Libres de todas esascadenas por voluntad propia, la naturaleza y los seres vivos nos recompensan una vez más con su exuberancia, su espontánea sensualidad y la alegría desu prodigioso, incontenible y sabio movimiento.

HugoBetancur, médico y psicoterapeuta.

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