LA MEMORIA EN LAS CELULAS - CAPITULO 8 (primera parte)

CAPITULO 8 (primera parte) Liberación de la memoria celularLa búsquedaLa creación de CMRUna transformación inesperadaEl trabajo con el cuerpo del dolorLa búsquedaConectarte con el bienestar, la libertad y el goce interno, es posible. Sentir la plenitud de estar en armonía con lo que te rodea y la dicha de estar vivo en cada poro de tu piel, es posible. Y paradójicamente, también es posible a través del dolor, haciendo pie en el sufrimiento para elevarte y alcanzar la paz. Una paz nacida de la aceptación, de la reconciliación con tu propio ser y con el devenir, de la comunión con el universo.Si estás sufriendo, estás en camino. Si de alguna manera hay una parte tuya que sabe, que intuye que existe algo más que lo que se puede percibir con los sentidos, si crees que no es posible que tanto dolor en el mundo no fructifique en un despertar, estás en camino.Si tienes este libro entre tus manos, puedes empezar la tarea de re-construir el signo de tu existencia. Tal vez no puedas modificar lo que te sucede, pero seguramente puedes cambiar lo que eso que sucede te provoca y te significa.Recuerda: «Hay una Inteligencia increíblemente vasta dentro de ti, la misma que opera en todo el universo».Cuando era pequeño, solía observar a los adultos. La vida pasaba ante mis ojos como una película y las personas mayores que me rodeaban me parecían actores que interpretaban un libreto y un papel. Tenía cinco años y ya experimentaba lo que después supe que era la depresión: me sentía «pesado», desconectado del mundo, tenía pensamientos suicidas. Me dominaba una sensación de debilidad e impotencia. Estaba casi siempre cansado. Llegué a tener bastante sobrepeso y constantemente me evadía de esos sentimientos desagradables comiendo o mirando televisión. Ya entonces en lo profundo de mí sentía latir la certeza de que más allá de esa escenografía debía existir otra manera de vivir la vida. Bajo una fachada de dulzura, eficiencia y adaptación germinaba en mí un dolor emocional permanente. Después, cuando fui «civilizado», «domado» por la cultura en la que me había tocado en suerte crecer, esa percepción pasó a un segundo plano y le sucedió algo semejante al olvido. A esa altura, como suele suceder, ya había aprendido a disimular y a negar lo que sentía.Durante el largo y penoso proceso por el cual me convertí en adolescente, paulatinamente me fue invadiendo el convencimiento de que había una falla en mí, algún defecto irrecuperable. Sin embargo, esto me ocasionaba sentimientos confusos y contradictorios: poder ver las cosas de una manera distinta de como las veían los demás, estar fuera de los patrones que me señalaban los adultos me hacía sentir “especial”, pero también vergüenza y culpa. «¿Quién crees que eres?», decía dentro de mí una voz que sonaba cada vez más fuerte. Mi cuerpo expresaba esa tensión interna a través de dolores en el cuello y en la espalda, problemas digestivos y acidez estomacal. Los hábitos de constante ansiedad e intensa preocupación pasaron a convertirse en un comportamiento crónico y compulsivo.Tenía sólo 17 años y era tanta mi desesperación, que busqué ayuda en el psicoanálisis. Junto a María Lidia, una gentil profesional con formación espiritual no dogmática ni religiosa, pude empezar a reconocer que hasta entonces me había estado mintiendo. Me di cuenta de que jamás llegaron a importarme de verdad aquellas prioridades y valores familiares socialmente aceptados, como el de ser «alguien» o el «qué dirán los demás»; tampoco el de formar una familia, ni el de forjarme una reputación o tener mucho dinero, como pasaporte a una vida provechosa. Así fue como a los 21 años y contra todos los consejos recibidos, abandoné la carrera de Arquitectura y me dediqué a practicar yoga, meditación y vegetarianismo con un grupo de monjes hindúes. Con ellos aprendí muchas cosas que me sirvieron en mi carrera posterior. Paralelamente, comencé mis estudios de sanación holística y medicina oriental. Este fue un cambio absoluto y radical que marcó el comienzo de una nueva vida de creatividad, motivación y disfrute que aún experimento hoy, veinticinco años mas tarde.Tenia 21 años y estaba aprendiendo una de las más importantes cosas que un ser humano puede aprender. Aprendí a hacer mis elecciones basado en lo que me hacía sentir bien, en lugar de hacerlas por “lo que debía” o lo que se esperaba de mí. Aprendí que la fórmula perfecta para un vida de sufrimiento es vivirla buscando la aceptación y la aprobación de los demás. Así, les digo que “sí” a ellos y me digo que “no” a mí mismo.A partir de entonces me dedique a la búsqueda de la prometida liberación que enseñan las doctrinas orientales. Estudié y practiqué diversas enseñanzas de sanación y del despertar de la conciencia. Participé de innumerables talleres y entrenamientos. Quería expandir mis conocimientos, aprender a mejorar mi vida y ayudar a que los demás pudieran hacerlo también.Así fue como me entrené en Shiatsu y en otras disciplinas de la medicina de Oriente: Chi-Chi Kung, Tui Na, Nutrición, Macrobiótica, Digitoputura, Acupuntura, Auriculoterapia, Hierbas medicinales, Homeopatía y Reflexología.Motivado por la pasión de seguir aprendiendo y de ser más eficaz en mi trabajo, estudié Astrología científica, Iriología, Hipnoterapia, PNL –Programación Neurolingüística–, Touch for Health –Toque para la salud– y Kinesiología especializada, NOT –Neural Organization Technique, Técnica de Oganización Neuronal–, EFT –Emotional Freedom Technique, Técnica de Libertad Emocional– y otras disciplinasUna transformación inesperadaCon mis mejores intenciones, pasé varios años sumergiéndome en conocimientos académicos y espirituales relacionadas con mi carrera, estudiando distintas cosmogonías y diversos métodos de curación. Pero, a pesar de todo, todavía no lograba estar en paz conmigo mismo ni sentirme libre, ni, mucho menos, feliz. Me sentía «incompleto», siempre «algo» le faltaba a mi vida.Varios años más tarde, de la manera más inesperada, una experiencia de profundo dolor, tan intenso como nunca lo había sentido, detonó una transformación que jamás hubiera soñado que era posible. Ese dolor que parecía intolerable me llevó a descubrir a una guía que no sabía que poseía: la presencia que emanada de mi ser y que impregnaba mi cuerpo. De manera inesperada, la transformación de ese dolor permitió que se descorriera el velo y simultáneamente, dejé de sentir la imperiosa necesidad de buscar. De alguna manera supe que nada de lo que me había estado preocupando era en esencia real para mi, como tampoco lo era la clase de vida que vivía tan aplicadamente. Fue entonces cuando volvió del olvido aquella certeza originaria que tenía de niño y comprendí con todo mi ser, que el mundo que creía real no lo era. Por primera vez experimenté la sensación de estar completo. Y con esa realización llegó un estado de liberación que trajo consigo, el sentimiento de estar por primera vez en paz profunda.CONTINUA EN CAP 8 (segunda parte)Mientras tanto estoy divulgando las eSeries GRATUITAS en SANACION EMOCIONAL.No se las pierdan, son de gran valor para uds y para sus seres queridos.Un abrazo,Luis Diaz
Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –

¡Tienes que ser miembro de E.A.C. para agregar comentarios!

Join E.A.C.

Temas del blog por etiquetas

  • Y (57)

Archivos mensuales


contador visitas gratis