¡Parece que nunca es mala la ocasión para extender unos cuantos grados de separación entre nosotros y los demás!Sí: para el ego que se juzga dividido del Uno y que se halla obsesionado con el miedo al Otro, la guerra es un inevitable estilo de vida. Porque cada juicio que haces del prójimo, cada pensamiento negativo en contra de tu semejante es un conato de guerra que generas en ti mismo (contra ti mismo).Y no importa el tamaño de la guerra: un disgustito que germina en la mente; una confrontación entre policías y manifestantes; un lanzamiento de ojivas nucleares; los síntomas son idénticos: vemos enemigos donde no los hay, donde nunca los hubo… ¡y para abatirlos, hacemos uso de ese vasto arsenal llamado falta de Amor!.

Cuando no estás amando, estás odiandoHay un solo antídoto para tanta demencia: hacernos siervos incondicionales del Amor. Dice la Escritura: “Ningún siervo puede servir a dos amos: porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro o bien se dedicará al primero y no al segundo”. Más claro imposible: o te alistas en las huestes del ego o sirves a la Paz del Amado; en “Un Curso de Milagros” leemos: “cuando no estás amando, estás odiando”.El miedo es un estado de ausencia: de él han desertado la cordura, la inteligencia y el Amor (la eterna Presencia del Uno en nosotros).El miedo es un habitante que cree haber sido desalojado de su hogar y deambula sonámbulo en miles de ruinosos simulacros de casas imaginados por él mismo: en cada simulacro, halla un motivo de terror que le hace construir una barrera, desplegar un violento sistema de defensa, iniciar una guerra; dividido en mil falsas facetas, tal siervo del temor contiende en mil guerras imaginarias, paralelas; el Amor, en cambio, es apacible palacio para quienes se saben presentes en la íntegra Gloria del Padre –eximidos de todo sueño o pensamiento destructivo.Cuando no estás amando estás odiandoEl miedo abunda en dualidades, en separaciones: mi cuerpo separado de otros cuerpos; la mente en guerra contra el cuerpo (estado que llamamos enfermedad); el humano que se siente separado de la Naturaleza y la percibe como enemiga a la que se debe explotar; el hombre incapaz de llamar hermano a su enemigo; el individuo que se siente separado de Dios, triste amante aislado de su Amado; el Hijo que no halla al Padre en su propio templo interno y que vaga desorientado por tortuosos templos externos; el ser biológico amputado de su ser espiritual; la gota inconciente de su propia grandeza, incapaz de percibir su conexión con el océano que es el Universo.El Amor es simple: carece de dualidades;en Él, dos es siempre igual a Uno,el infinito es siempre igual a Uno: es tu perfecta conciencia de la Unidad.Cuando crees que hay algo distinto al Uno es porque estás odiando. Porque la conciencia del Uno –que es toda Amor- es incapaz de verse separada en múltiples “otros”.En tal sentido, Thomas Keating, monje católico creador de la Oración Centrante, asevera: “el primer paso en nuestro viaje espiritual es la comprensión de que existe un Poder Superior, al que provisionalmente llamaremos el Otro;el segundo paso, es tratar de convertirse en ese Otro;el tercer paso, es la comprensión de que no hay Otro;tú y el Otro son Uno; siempre ha sido así y así siempre será”.Tú el Otro son Uno!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!Hechos Uno, ¡qué fácil es convertirnos en Amor !.....Noe
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