Educar para producir, vivir y convivir

La relación entre educación, equidad y crecimiento es completamente simbiótica: una educación que segmenta y deja por fuera de las oportunidades educativas a dos terceras partes de sus potenciales estudiantes, es una educación que atenta tanto contra el crecimiento como contra la mejor distribución del ingreso y, lógicamente, contra el nivel de bienestar social que podemos alcanzar. Por el contrario, una educación capaz de garantizar que cada vez más muchachos y muchachas – hasta llegar a un cien por ciento – pueden ver realizado su derecho a una educación de calidad que les permita construirse como personas plenas – saber vivir, saber convivir y saber producir – será una educación que no solo contribuye a reducir las brechas sociales, sino que coloca al país en la única posición en la que podemos beneficiarnos del difícil entorno mundial que hoy existe. Una posición en la cual las ventajas competitivas de nuestras empresas surjan de la creciente sofisticación y productividad con que podamos utilizar nuestros recursos humanos y naturales – el conocimiento aquí se vuelve clave – y, lógicamente, de su creciente remuneración… y no, como ocurre en los esquemas de “poverty-led growth”, de crecimiento basado en pobreza, de la carrera hacia el fondo en la que la competitividad depende de qué tan barata resulta cada unidad de mano de obra o cada unidad de los escasos recursos naturales con que cuentan los países.
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