La Música, lenguaje de las emociones¡

La música es formalmente análoga a la vida emotiva; en ambas realidades existen formas de crecimiento y atenuación, de flujo veloz y aminorado, de detención, de terrible excitación, de calma o de sutil activación y de intervalos soñadores.»Felix MeldenssonDe hecho, los efectos emocionales de la música son centrales para que disfrutemos de ella. Esta capacidad es particularmente intrigante porque, a diferencia de la mayoría de los otros estímulos que evocan nuestras emociones, tales como el olor, el gusto o la expresión facial, la música en sí no tiene ningún valor biológico o de supervivencia intrínseco que sea obvio.El hecho de que la música, tal y cómo lo demuestran numerosos estudios, active estructuras del cerebro que igualmente se activan en otros estados de euforia inducidos por estímulos tales cómo el alimento, el sexo y el abuso de drogas, implica que la estimulación musical se relaciona con estímulos biológicamente muy relevantes para la supervivencia, dada su convergencia con los circuitos del cerebro implicados en el placer y la recompensaAl investigar las reacciones a distintos tipos de música midiendo la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca y otros cambios fisiológicos mientras los oyentes escuchaban diversos tipos de música, se concluyó que la música con un tiempo o pulso rápido y escrita en una escala mayor está asociada justamente con la inducción de felicidad, que un tiempo lento en escalas menores induce tristeza y que un tiempo rápido combinado con armonías disonantes induce miedo.La experiencia musical también tiene un significado interpersonal, creando un mundo de fantasía en donde se elaboran situaciones en las que se participa simbólicamente, evocando tendencias propias hacia otras personas con un significado universal para todos. Un ejemplo claro es la música de marcha militar que se interpreta a los soldados al ir a la guerra. Está diseñada para fomentar una actitud positiva y de autoconfianza, de dominancia, orgullo, exhibicionismo y agresión. En estos mismos términos transculturales, una serie de estudios recientes concluyen que en todas las culturas se hacen juicios similares sobre la emoción que provocan determinadas melodías, lo que sugiere que al menos algunas de las señales emocionales en la música (tiempo, altura y modos) son compartidas interculturalmente, y apuntan a que puedan existir mecanismos innatos para percibir la emoción que tanto compositores como músicos buscan provocar con la música.Finalmente, existen numerosos estudios que verifican la capacidad de la música para inducir placer intenso y estimular los sistemas endógenos de la recompensa, los que sugiere que, aunque la música puede no ser imprescindible para la supervivencia de la especie humana, puede, de hecho, poseer un beneficio biológico muy significativo, y generalmente subestimado, en cuanto a su potencial para influir en nuestras emociones y nuestra conducta y, por lo tanto, contribuir a nuestro bienestar mental y físicoDelo humano, a lo divino y de hay a la música.Carme

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