¿La muerte?



Te extrañaba, súbitamente tomaste protagonismo en mi vida, hasta ahora estabas, entonces no sabía cuanto del día olía a ti.

¿Te fuiste? ¿O me quedé? ¿Cuál será la sutil diferencia?

Te extraño, porque me enseñaron a anclarme en la mirada de un cuerpo físico, porque me enseñaron a tener que tocar y ver para amar, porque nadie me dijo que no somos solo materia, sino que somos olor, sabor, imágenes, símbolos…

Nadie me enseñó que puedo tenerte cuando siento tu perfume. Nadie me enseñó que estas conmigo cuando cierro los ojos, y podemos hablar, reír, compartir, nadie, para el común de la gente, eso es “imaginación” solo se tiene lo que se toca, mide, pesa.

Que perdido estaría el mundo si aplicáramos esto al amor, la fé, la confianza, la solidaridad, la bronca, la avaricia, ninguna emoción humana es medible, sin embargo, existen, las siento, las vivo, transmutan mi vida en un instante.

Aspiro a una humanidad que no separe muerte de vida.
Aspiro a una humanidad que no separe.
Aspiro a una humanidad donde lo que toco sea igual que lo que siento.
Aspiro a una humanidad donde nada sea medible, sino sentido.

Donde al cerrar los ojos sepa que soy quien deseo y viajo a donde quiero, y estoy con quien amo.
¿Por qué si la neurobiología a comprobado que con solo pensar algo se activan las mismas zonas del cerebro que cuando lo estoy viendo, la humanidad prefiere aun el lamento de la pérdida?

No hay pérdidas, todo está en este instante dando el latido de la vida al Universo.

Es solo la carencia humana la que sostiene la re-creación de patrones de perdidas irreparables para así sufrir un poco más.


Nadie nos expulso del paraíso, el paraíso reposa dentro mío, en mi silencio, donde estoy con todos y todos son yo.


Claudia Maria Bergonzi 16 de Mayo del 2010

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