EL DUELO POR NUESTRA INFANCIA


10883619055?profile=originalMuchas personas crecieron en hogares afectados por el maltrato, el alcoholismo, en familias disfuncionales,
etc.; y los efectos perjudiciales de tales situaciones les persiguen toda la vida. Durante la infancia, no se cuenta con la conciencia emocional para encarar el dolor de crecer en un hogar que en aquel momento no se podía comprender, a lo sumo se está ocupada tratando de sobrevivir.
Toda persona confía en que sus padres le proporcionarán un medio estable y seguro, pero a veces ellos no lo pueden hacer y los niños son ciertamente incapaces de cambiar las circunstancias. Al criarse dentro de hogares poco saludables, puede resultar en afecciones emocionales, psicológicas, espirituales y físicas. Y ya en la vida adulta se lucha contra el temor, la angustia o la depresión.
Si hemos estado huyendo de nuestro dolor, tal vez sintamos que no estamos bien dotados para lidiar con nuestras emociones o encarar nuestros dolorosos recuerdos; pero al mantenernos en silencio, puede ser que inconscientemente estemos manteniendo vivo ese duelo.

A menudo los mecanismos de defensa que adquirimos en la infancia con el fin de sobrevivir interfieren en el desarrollo de relaciones significativas y confiables como adultos.
Identificar la forma en que se fue afectado por la conducta de los padres o familiares cercanos, no se trata de culparlos, más bien se trata de asumir la responsabilidad por nuestras dificultades para así comenzar a sanar.
El proceso de sanación y de superar el duelo por nuestra infancia puede iniciarse en cualquier momento encontrando la claridad, el amor y la comprensión:

Libertad para sentir Muchos crecieron sin la libertad de poder expresar sus sentimientos, como producto de eso tal vez se ha llegado a creer que algunos sentimientos son erróneos y pude ser que los hayan reprimido. Hay que SENTIR los sentimientos, sean del tipo que sean y quizá nos sorprendamos descubrir la intensidad de nuestras emociones. Vamos a pasar por el proceso de luchar contra la ira y el resentimiento causados por los maltratos sufridos, pero sentir alivio no se trata de culpar a los padres... Cuando nos permitimos vivir toda nuestra serie de sentimientos, llegamos a darnos cuenta de las formas importantes en que nos puede servir nuestra ira. Cuando conducimos un auto, miramos por el espejo retrovisor para ver lo que sucede atrás. No queremos mirar por el espejo durante mucho tiempo porque sería peligroso. Por otro lado, también sería peligroso no mirar nunca por el retrovisor. Cuando se trata de nuestro pasado, podemos aprender a encontrar ese delicado equilibrio entre mirar y no mirar. Lleva tiempo soltar las riendas pero podemos confiar en la Mente Divina para que nos guíe a través del dolor al ritmo que más nos convenga. Con el tiempo, se logra mirar el pasado de manera positiva en lugar de como rehenes del mismo.
Enfrentarnos al maltrato y a la violencia del pasado. La recuperación de ciertos maltratos puede llevar más tiempo del previsto. Podemos encontrar que necesitamos hablar en forma repetida acerca de ciertos acontecimientos traumáticos. Dependiendo de las consecuencias de este dolor en nuestra vida actual pueda ser necesario buscar un especialista que nos escuche ya que pude dedicarnos el tiempo exclusivo y escuchar de manera más minuciosa. Esta persona debe ser un profesional ya que puede ayudarnos a que nos responsabilicemos y guiarnos si nos sentimos perdidas y agobiadas, algunas cuestiones son tan complejas que pueden requerir asistencia profesional. Aprendemos a vivir con nuestro pasado sin permitirle que nos determine. Podemos darnos cuenta que ya no nos sentimos atraídos por relaciones abusivas, en vez de eso, preferimos a la gente que nos trata con el amor y el respeto que siempre hemos merecido.
Aceptación de la familia que tuvimos. Aunque algunos familiares estén aún vivos, muchos sienten que ya están de duelo por la pérdida de ellos. Lamentan la pérdida de las relaciones que querían pero que no pudieron tener a causa de la disfunción familiar. Puede ser difícil soltar las riendas de nuestro sueño de haber tenido la familia que queríamos, pero al hacerlo, aprendemos a percibir a nuestros familiares claramente: los aspectos negativos y los positivos. Dejamos de esperar que sean distintos a lo que son. Desprendernos puede ser indispensable para nuestro bienestar mental, físico o espiritual. Al llegar a comprender el desprendimiento con amor, aprendemos la diferencia entre construir muros y fijar límites.
Perdonar a nuestras familias. El perdón sincero no es algo fácil de alcanzar. No significa que perdonemos por temor u obligación o para mantener la paz en nuestras relaciones. No quiere decir que olvidemos el pasado ni que aceptemos maltratos constantes. En última instancia, el perdón es un paso que damos para liberarnos del dolor, crea espacio en nuestras vidas para nuestro propio alivio. Quizá no nos hayamos preocupado por ver a nuestros padres como seres humanos con sus propias dificultades, al final de cuentas muchos de nuestros padres también sufrieron dolor en sus infancias. Podemos sentir compasión.
La nostalgia y el sentimiento a menudo pueden oscurecer nuestra manera de pensar. Podemos intentar servir los buenos recuerdos que una vez tuvimos. Aunque parezca increíble, con ayuda profesional, podemos llegar a sentir COMPASIÓN, valorar los dones que nuestra familia nos brindó y llegar a ver en nuestra actualidad una imagen propia radiante y sentirnos agradecidas.

Carola Estrada
Psicología del Despertar

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