El día que las mujeres abandonaron la tierra.

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Y un buen día, las mujeres se ausentaron de la tierra, cansadas ya de la falta de apreciación, el maltrato, la discriminación y el machismo.
Fue entonces cuando se acabaron las caricias, el amor, la empatía, el consuelo, las miradas tiernas ante los errores más terribles, se acabaron las palabras de aliento y las palmadas en la espalda, de esas que te invitan a seguir adelante.
Todo empezó a desequilibrarse, los hombres desorientados no encontraron quien les pida que se detengan, que no era para tanto, que tenés que tener paciencia, no existía el amor adrede, solo enfados, peleas, bravuconadas. Salvo por algunos cobardes, esos que ya no tenían a una mujer a quien maltratar.
El mundo era un desastre, nadie encontraba mediadoras y el caos de la mano del terror se comió a los hombres.
Una sola figura femenina decidió abrirse a la luz… la soledad.
Fue entonces que los hombres descubrieron el horror, ellas ya no estaban y a la suma de todos los miedos apareció el miedo más sensato… desapareceríamos como especie. No solo porque ya no quedaría una madre en la tierra, sino que inútiles enseñanzas se les daría a los niños, enseñarles a odiar, a competir, a no dar y a lastimar. Nada constructivo.
Ante tamaño desequilibrio, Dios apareció… y dijo: “el hombre siempre valora lo que tiene recién cuando lo pierde, y eso es un paradigma del cual no quieren salir. En este momento solo tengo dos alternativas, dejarlos a su suerte, que por lo visto no es la mejor de las suertes. O traer una legión de ángeles que se haga cargo de Uds. a ver si de una vez aprenden”.
De a miles, de a millones las voces coreaban: “¡ÁNGELES!, ¡ÁNGELES!”
Con ojos humedecidos, porque aún él los ama, dijo: “mis ángeles llegarán, más no permitan caer nuevamente en la barbarie, no dejen que sus inservibles vanidades y cobardías los hagan nuevamente fracasar en el arte de vivir. No traten a mis ángeles como supremos, más tampoco como sirvientes, tratadlos como iguales, puesto que del equilibrio depende la subsistencia y amadlos, ya que estos ángeles vienen a salvarlos y no sería noble no amarlos. Hombres, está en Uds. aprender de los ángeles, el amor, la empatía, la dulzura, el compartir, la nobleza de actos y sentimientos. Es una nueva oportunidad, Uds. decidan si esta será aprovechada o desechada, pero no olviden que las consecuencias deben ser llevadas como hombres y no como cobardes”.
Dicho esto, Dios se alejó, y en la misma luz por la que él salía, un grupo de seres entraba, los hombres trataban aún cegados por el resplandor distinguir las alas de los ángeles, túnicas blancas o las aureolas que el imaginarios popular define… entonces la luz disminuyó la intensidad, las formas comenzaron a definirse y los colores se volvieron más nítidos.
Allí estaban, maravillosos, únicos, bellos… ese día, las mujeres volvieron a la tierra.

Gustavo Agüera.

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