EDUCAR PARA CAMBIAR EL MUNDO. Claudio Naranjo

extraído de la Revista Mente Sana.Déjenme comenzar con un estribillo que vengo repitiendo desde hace muhcos años: ¡Cuán grande es la responsabildiad de la educación en nuestro problemático mundo, cuán grande es la tragedia de que tengamos una educación tan poco educativa, cuánto es el potencial de esta educación que, por el momento, no sierve al desarrrollo humano, pero que podría comenzar a servirlo con grandes consecuencias posibitvas par ala humanidad...¡ para aprovechar ese potencial, necesitaremos maestros especialmente preparados.El objetivo de transformar la educación compete a la sociedad en su conjunto, pero resulta sumamente importante empezar por los enseñantes. ¿cómo vamos a tener una educación para el desarrollo humano, sin que los maestros hayan experimentado previamente ese tedsarrollo, si solo han recibido una cierta instrucción académica? para transformar la educación, es vital una metamorfosis de los docentes a través de un proceso formativo mucho más amplio y profundo que el proporcionado por las actuales escuelas de pedagogía: necesitamos una educación emocional.Si, a lo largo de la historia, la educación ha sido cómplice secreto de la sociedad patriarcal, del militarismo y el mercantilismo, ¿no redobla la tragedia el hecho de que se utilice para el adoctrinamiento, en lugar de estar al servicio de esa forma superior de la exitencia que los antiguos llamaban virtud? en un mundo en el que el ansia de lucro ha eclipsado los valores, la alternativa pasa por ofrecer una formación transformadora, pues de la transformación dependen todos los valores.Si me preguntan qué habría que agregarle a la escuela para que formar en valores, un primer ingrediente es lo que algunos psicoterapuetas y pedagogos ya han empezado a definir como "educación emocional", con especial hincapié en la más importante de las emociones: el amor. Y esto pese a las reticencias que pueda suscitar esta palabra, que todavía es tabú en el mundo burocrático o académico.Siguiendo la senda del Dalái Lama, que viaja por todo el mundo insistiendo en la importancia de la bondad y la compasión, podríamos decir que necesitamos una educación del corazón o, usando un lenguaje más empresarial, una educación de las relaciones humanas. y es que lo que determina que una relación sea nutricia es que haya afecto, y que no sea obstruida por emociones como el odio, la envidia o la competitividad. asimismo, en el proceso de transformación de cualquier persona, y en especial, de los profesores, es fundamental lo que en psicoterapia se conoce como insight. Me refiero a la capacidad de darse cuenta, de conocerse a uno mismo, de presar atención al desarrollo de la propia conciencia.en su obra Ser padres conscientes (Ed. La llave), el psiquiatra Daniel J. Siegel y la edcucadora Mary Hartzell afirman que nada predice tanto la salud mental de un niño como la medida en que sus padres le han transmitido, a través del diálogo, el conocimiento de ellos mismo. además, el camino que no pase por explorarse interiormente tiene un valor dudoso: si quieres hacer algo por tus hijos, decía George Gurdjieff, trabaja en ti mismo.Este autoconociiento se puede concebir en dos niveles: un nivel psicológico, que se transmite invitando a la persona a mirarse y a comunicar lo que conoce sobre sí misma a través del diálogo. o un conocimiento más profundo, que podríamos llamar metafísico, que no depende solo de las palabras sino que requiere de un trabajo interior, meditativo o contemplativo, relacionado con el descubrimiento de ese "vació lleno" del que habla el budismo, y que pasa por el desarrollo de la atención.Este es el tercer aspecto que la educación debería contemplar: la capacidad de las personas para atender a su realidad y al presente, para vivenciar. quienes emprendan este camino descubrirán, tarde o temprano, que la realidad tiene más de un nivel, y que esa realidad polifacética del plano sensorial, emocional y cognitivo de la que todos tenemos evidencia tiene aún dimensiones menos conocidas, pero esenciales, que se abren a la persona entrenada en las disciplinas contemplativas. solamente a través de ese viaje en el entranamiento de la atención, el ser humano puede llegar a la experiencia de esa paz profunda que es el secreto tanto del yoga antiguo como de las hesichias cristianas o la ataraxia de los estoicos.Hasta aquí he hablado de tres cosas muy distintas: pudiera decirse que el insight apela a la parte cognitiva de la mente; el amor, a la parte afectiva, y el factor atencional corresponde a la esfera que, de forma más amplia, pudiera llamarse espiritual, en cuanto que no pertenece ni a lo afectivo, ni a lo congnitivo, ni a lo evolutivo, sino a la conciencia misma.Si me pregunto, además, qué puede hacer la educación respecto a la valoración junta del placer o el disfrute diría que la academia ha puesto un acento exagerado en la norma y en la acción recta. y así con ese énfasis especial en "hacer las cosas bien" es como se ha ahogado al niño interior que vive en cada uno de nosotros y se ha despreciado su sabiduría instintiva, la intuición.Educar tiene para nosotros una connotaicon tradicional de domesticación, y la educación necesita recuperar su potencial emancipatorio, comenzando por invitar a cada persona a escucharse a sí misma y a percibir las sutiles llamadas de su voz interior. Para educar en la emancipación, necesitamos contar con lo dionisíaco. ahora que tanto se insiste en la disciplina en las aulas, no está de mas recordar que el tiempo libre, la diversión y el juego son elementos fundamentales.
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