Cuentos enseñanza

La alternativa

Hodja y un discípulo salieron una mañana de paseo.
Llevaban como alimentos un pan y un frasco de yogurt.
En un momento de la caminata, el discípulo tropezó y el frasco rodó por el suelo.
Nasreddin corrió tras él y logró recuperarlo, pero con la mitad de su contenido original.
Su acompañante, aún en el suelo, comenzó a lamentarse, gimiendo tristemente por la torpeza de haber derramado la mitad del yogurt.
Hodja secamente, le dijo:
- Deja de gemir y levántate, no es eso lo que te he enseñado. No debes quejarte pensando "perdí la mitad", hazlo en términos de: "aún tengo medio frasco de delicioso yogurt". Y además, el lamentarte, no te ayudará, la próxima vez, a mirar bien por donde caminas.

La llevaré yo mismo

Hodja fue al mercado y compró una gran bolsa de papas. Se puso la bolsa al hombro y montó sobre su burro, dirigiéndose a su casa. Por el camino, unos amigos le dijeron:
-Hodja debe ser muy difícil para ti balancear esa bolsa con una mano y manejar tu burro con la otra. ¿Porqué no la atas al burro?
-El burro ya tiene bastante peso que cargar conmigo y no necesita ningún peso adicional, ¡Así que la llevaré yo mismo!

Un chismoso

Un día un hombre se acercó a Hodja que estaba sentado en una casa de té y empezó a chimentarle todo tipo de asuntos privados. Hodja no pudo comprender pro qué este extraño le estaba contando todas esas cosas, así es que lo interrumpió y le dijo:
-Perdóneme, pero yo ni siquiera lo conozco, ¿porqué me está contando todas estas cosas?
-¡Oh, no! - respondió el hombre-. He notado que su turbante es igual al mío y también su túnica, ¡así que pensé que usted era yo!

El sultán no conoce todo

El sultán Timur era a veces muy cruel. Su castigo favorito para aquellos que quebrantaban las leyes eran los azotes.
Un día Nasreddin Hodja estaba con el Rey, cuando le llevaron unos criminales para que los sentenciara.
El sultán rugió:
-¡Den a este hombre ochocientos latigazos!
-¡Y a este mil doscientos!
-¡Y a este mil quinientos!
Nasreddin Hodja interrumpió al rey para preguntarle:
-Oh, rey, ¿usted conoce todo?
-¡Por supuesto que sí!- contestó rápidamente.
-¿Entonces cómo puede infligir semejante castigo? ¡O usted no conoce el significado del número "mil quinientos" o no conoce el dolor de un latigazo!

No somos iguales

Una vez Hodja viajó recorriendo todo el país juntando donaciones que los buenos musulmanes daban a sus conductores religiosos, quienes habían dedicado sus vidas a buscar y aprender sabiduría.
Arribó a una ciudad lejos de Aksehir y pasó la noche allí en la casa de un hombre rico y culto. A la mañana siguiente el hombre pidió a Hodja que le leyera un pasaje del Corán. Hodja leyó el pasaje con las entoncaciones correctas pero el hombre no pareció impresionarse. Tomó el Corán y leyó el mismo pasaje tan bien como lo había hecho Hodja. Luego le pidió que escribiera unos pocos versículos. Este lo hizo y luego el anfritrión escribió también los mismos versos prolija y correctamente. Entonces el hombre dijo a Hodja:
-Ahora has visto como puedo leer y escribir tan bien como tú. Vienes a pedirme una donación, pero, ¿porqué te la tendría que dar? ¡Somos iguales, no tengo ninguna necesidad de ti!
-Bien, usted puede leer y escribir- respondió Hodja -,pero no somos iguales.
-¿Por qué?- preguntó el hombre.
-Cuando usted haya caminado y recorrido todo el paí8s y regresado exhausto, con las manos vacías y humillado, ¡entonces será igual a mi!
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