Publicaciones de Francisco de Sales (7)

Ordenar por

SÓLO ES FELIZ QUIEN SE PERMITE SER FELIZ

SÓLO ES FELIZ QUIEN QUIERE SE PERMITE SER FELIZ

Ser Feliz es, en gran medida, una elección personal.

Y Ser Feliz es una responsabilidad que hay que asumir dedicándole atención plena y prioridad preferente.

No somos más felices porque no sabemos con qué o con cuánto es suficiente para ser feliz.

En más de una ocasión hemos sentido la sensación de plenitud de felicidad con un encuentro, una sonrisa, o una llamada… sin más.

Todos hemos visto personas que, aun no teniendo posesiones, y viviendo en unas condiciones duras, son felices.

Todos hemos asistido a una conversación en que uno acaba diciendo, más o menos, “se puede ser feliz con cualquier cosita…”

La infelicidad se basa, en gran medida, en las inconscientes preocupaciones que todos tenemos.

Sabemos, y le estamos dando vueltas continuamente aunque no nos demos cuenta, que un hijo tiene un problema, que en la casa hay que hacer una reparación, que notamos distante a una amiga, que nos vamos haciendo mayores, que nos falta nuestra amada madre… y eso espanta a la felicidad.

Nos gustaría tenerlo todo y que todo fuera perfecto a nuestro alrededor.

Gastamos demasiada energía, demasiada atención, y demasiado tiempo, en añorar lo que ya no tenemos, lo que no se ha cumplido, lo imposible…

Y ese tiempo que dedicamos a ello podríamos invertirlo mejor en estar presentes en el presente, en disfrutar lo que somos y lo que tenemos a nuestro alcance

La felicidad se manifiesta en los momentos en que nuestra mente no está divagando en sus pre-ocupaciones, en que estamos en contacto solamente con nuestro centro, y cuando no estamos distraídos con otras cosas.

Decimos en muchas ocasiones, de esos que saben ser felices a menudo, que son “unos irresponsables”.
¿Será que es bueno ser “un irresponsable”?
¿Será que a veces nos estancamos en el papel que nosotros llamamos “responsable” y no nos damos permiso para disfrutar la felicidad?
¿Será que a medida que nos vamos haciendo mayores creemos que tenemos que ser serios?

Creo que sólo se es feliz cuando se usa el corazón.

La felicidad no es un asunto de la razón.

Piensa en los momentos en que te hayas sentido absolutamente feliz, y verás que tienen cosas en común: No estabas pendiente de otra cosa más que de aquello que activó tu felicidad, y lo que te produjo felicidad no era algo material.

Comprar un coche nuevo o una nueva casa, un ascenso en el trabajo, gastar dinero, una buena comida en un buen restaurante… eso te produce satisfacción, entusiasmo, placer, euforia, contento, una especie de alegría… y todo eso está muy bien, pero eso no es la felicidad: eso son momentos puntuales en el tiempo que van desapareciendo.

La suma de alegrías, risas, sonrisas, satisfacción, diversión, buen humor, placer… aun no siendo la auténtica felicidad –porque son efímeras- sí que provocan una “sensación” de felicidad, una “sensación” que se parece bastante a la felicidad –que es menos aparatosa, y es más discreta y prudente-; la parte buena es que predisponen en buena medida a ser feliz porque provocan un optimismo que alienta a relacionarse bien con la felicidad.

Ser feliz no es estar alegre, eso ya lo sabemos, si bien estar alegre puede ser una manifestación de ser feliz.

Ser feliz se puede manifestar como una serenidad que no requiere demostraciones externas –aunque se aprecia en la mirada, en la sonrisa y en el aura-.

La felicidad no es eufórica, es casi invisible, porque es un sentimiento interior que se parece más a la paz que a cualquier otra cosa.

Es una satisfacción íntima con uno mismo, resultado de una aceptación de Sí Mismo, y de su pasado y su presente.

Cualquier oposición a la aceptación total impide la manifestación de la felicidad.

Y esa aceptación necesita una comprensión de todo lo que haya hecho uno en el pasado: lo que se pueda calificar como “malo” y lo que haya estado bien. Comprensión de que uno actuó del modo que consideró adecuado o del modo que le permitieron sus capacidades o circunstancias de entonces. Y he escrito “comprensión”, y no “perdón”. Porque no hay nada que perdonar ni auto-perdonarse. Eso sólo mostraría una especie de superioridad y prepotencia del que perdona hoy al que fue ayer.

Ser feliz se basa, básicamente, en encontrarse bien de Autoestima, en tener una buena relación con Uno Mismo, en saber apreciar la vida y sus cosas, en saber renunciar a lo imposible y no obsesionarse con la consecución de utopías, en comprender que no se puede tener todo ni ser el mejor, en saber aceptar y saber renunciar, en darse cuenta de que lo que verdaderamente vale y es importante es cultivar la relación consigo mismo, y admitirse sin condiciones en lo que uno llama equivocadamente sus “imperfecciones” y sus “fracasos”.

Sólo serás feliz si realmente te propones ser feliz y eliminas tus propias oposiciones.

Permítete ser feliz… y serás feliz.

Leer más…

LOS PROBLEMAS DE LOS OTROS SON DE LOS OTROS

LOS PROBLEMAS DE LOS OTROS SON DE LOS OTROS.

Una bondad infinita, una caridad cristiana, nuestro ego salvador, lo que parece ser la conciencia, etc… muchas cosas nos empujan a querer resolver los problemas de los otros.

Sufrimos con ellos, ocupan nuestro tiempo, afectan a nuestro equilibrio, nos descentran de nuestro camino, nos hacen sentirnos útiles, necesarios, o sabios…

De pronto, nos creemos en posesión de las verdades y las soluciones, y nos convertimos en caballeros cruzados destinados en la misión de proteger a los otros.

Pero hay que tener mucho cuidado con esa forma de comportarse.

En muchas ocasiones podemos perjudicar más que ayudar si tratamos de imponer nuestras ideas o soluciones como las más idóneas, porque, generalmente, cuando damos una opinión o emitimos un juicio, no tenemos conocimiento de todas las circunstancias, no estamos en la situación del otro, y no somos el otro. Porque si fuéramos el otro, haríamos exactamente lo mismo que él.

ES RECOMENDABLE no meterse a resolver los problemas de los otros, porque son de los otros y no nuestros, pero si nos piden ayuda, es conveniente respetar estas sugerencias:

ES BUENO aclarar que el otro está pidiendo ayuda, y no presuponer que la está pidiendo porque la está necesitando. Esto puede ser sólo una opinión personal nuestra, y puede que el otro, antes o después, acabe echándonos en cara –sobre todo si el resultado no acaba siendo el que esperaba- que nos metimos en su vida, y que nunca solicitó nuestra ayuda. Así que es fácil: “¿Deseas que, en la medida que me sea posible, te ayude?”. Esto no es imprescindible, pero sí muy recomendable.

JAMÁS IMPONER ni dar una solución como definitiva, sino sugerir, opinar, proponer… (“yo creo…”, “a mí me parece…”) La responsabilidad final ha de ser del otro. Es mejor no dar los peces, sino enseñar a pescar. Antes que dictaminar, es mejor: “¿No crees tú que estaría bien…?”, “¿Y qué te parece si…?”, “¿Has pensado que tal vez…?”

NO IMPLICARSE. Si uno se pone en el lugar del otro, no verá una solución ecuánime, sino que se sentirá tan perdido o agobiado como el otro. Cuando uno se está ahogando en el mar, lo que no necesita es alguien que se tire al agua para ayudarle a gritar más, sino alguien que se quede fuera, sereno, para ayudarle a salir.

MEJOR ESTAR FUERA, sereno, imparcial, sin dejarse afectar, para que la sensatez y la lógica imperen por encima de la obnubilación y la tensión que altera el pensamiento y el raciocinio.

SON SUS PROBLEMAS, son sus aprendizajes; cada uno ha de vivir sus experiencias, así que no siempre es bueno evitárselas. Salvo caso de gravedad extrema, mejor hacerle ver la posibilidad de las consecuencias, pero dejar que decida por su cuenta.

HAY QUE APRENDER A NO SUFRIR PONIÉNDOSE EN EL LUGAR DEL OTRO, y comprender que son sus decisiones y que su vida es de su responsabilidad, y no nuestra. Estar atentos, sí. Entrometerse, no. Amarles, sí. Decidir por ellos, no.

NO CONFUNDIR EMPATÍA CON SOBREPROTECCIÓN. Amar, sí. Desear lo mejor y lo menos malo, sí. Hacerse cargo de su vida y de sus responsabilidades, sólo en casos extremos realmente graves. A los bebés les dejamos que empiecen a andar, aun sabiendo que se van a caer muchas veces –nunca al lado de un barranco, claro…- y no les dejamos pegados al suelo impidiendo que se levanten, para evitar que se puedan caer.

LA COMPASIÓN ES BUENA, pero puede ejercer una mala influencia. Estos casos son una excelente prueba para nuestro ego, que puede meterse donde no le llaman para aprovechar ese momento y tratar de mostrar su “brillantez”.

NUESTRA SENSATEZ, si la escuchamos con atención, nos indicará el modo de actuar en cada caso. Escuchémosla a ella, y no al ego, cuando se presente la ocasión y nos dirá cómo tenemos que comportarnos.

Y LOS MÁS RELIGIOSOS, que se ofrezcan a Dios en esos casos, pidiéndole ser sus instrumentos, sus manos o su voz, pidiéndole ser simplemente canales, y recordando aquella frase: “Hágase tu voluntad y no la mía.”

Los problemas de los demás son una buena ocasión de mostrar nuestra capacidad de amar. Pero, en muchas ocasiones, ante un problema, los demás sólo desean o necesitan nuestro silencio, ánimo, apoyo, acogimiento o comprensión. No soluciones. No que nos hagamos cargo de su vida.

Saber qué hacer, y cómo actuar bien, es un momento adecuado para contactar con nuestro Maestro Interior.

Leer más…

ALÉGRATE DE ESTAR TRISTE

ALÉGRATE DE ESTAR TRISTE

No sé por qué la tristeza está tan mal vista…

Siempre queremos salir de ella, o los demás se empeñan en sacarnos.

La detestamos, la despreciamos, y no parece un buen sitio en el que pasar una temporada larga.

Es una gran desconocida.

No estamos acostumbrados a propiciar ese estado, en el cual podemos contactar con la calma en la que se produce la reflexión serena y el contacto más íntimo con el interior.
Curiosamente, la tristeza nos predispone para ello propiciando un estado de mayor sensibilidad y de alejamiento del ruido y la vorágine de la vida. La tristeza nos recoge en nosotros mismos, y nos contacta con un estado inhabitual que puede ser de una riqueza inconmensurable. Nos saca del mundo, de lo cotidiano, de la urgencia y la vida sin consciencia. Nos propone parar, pararnos, adentrarnos en la parte de nosotros que no está de acuerdo con lo que está pasando, y se siente “triste”.

Conviene distinguir entre dos tipos básicos de tristeza.
Una es la que no aporta nada positivo y sólo nos sumerge en un estado afligido, apesadumbrado, funesto, deplorable, y doloroso, que nos puede conducir casi irremediablemente a una depresión. Conviene controlar que la tristeza no se convierta en un estado habitual continuo. Si sucede así, hay que poner inmediato remedio porque puede ser que esté dejando de ser tristeza para convertirse en algo grave.
La otra cara es más amable: es esa en la que sólo corresponde a una melancolía inocente, amigable, donde uno se siente pequeño –pero no le parece mal del todo-, separado del resto del mundo –y eso le hace tomar más consciencia de sí mismo-, coquetea con las lágrimas, algunos pensamientos desanimados insisten en permanecer, y uno sabe que siente o quiere algo pero no sabe identificarlo.

En esta sociedad está mal vista, porque se prima más la alegría, el bienestar –aunque sólo sea aparente-, y vivir en un rol de fingido triunfador.

La tristeza es de los débiles o los desgraciados, se dice; los triunfadores pertenecen al arquetipo masculino, el fuerte, el agresivo, y la tristeza se integra en el arquetipo femenino, que no es el adecuado para sobrevivir.

La tristeza deja que se asome una parte nuestra que es un poco vulnerable, y nos convierte en débiles y desprotegidos, aparentemente. (Por eso tratamos de evitarla, por eso ocultamos los sentimientos de tristeza y casi llegamos a anular esa emoción).
Pero esa es la representación exterior. En la parte positiva, lo que hace es reconectarnos casi directamente con un estado que tiene una sensibilidad especial que aporta un modo de sentir que tiene unas características propias. Nos hace darnos cuenta de cosas y sensaciones que de otro modo pasarían inadvertidas.

La tristeza es la otra cara de la felicidad, y es una de las emociones básicas y útiles para el ser humano. Con la tristeza, inconscientemente, estamos pidiendo ayuda.
Si la tristeza proviene de una pérdida, que es lo habitual, nos lleva a darnos cuenta del valor de las cosas que podemos perder, de los seres queridos. Nos propone plantearnos el significado de la pérdida; nos lleva sin darnos cuenta a hacer un balance de nuestra vida –lo que pasa es que no es muy adecuado sacar conclusiones en ese estado porque desde la tristeza todo adquiere un tono muy gris y desangelado-; tendemos a hacer un balance de nuestras metas, nuestros errores, nuestra situación… nos invita y nos ayuda a conocernos.
Ante las pérdidas, funciona como un mecanismo que nos plantea y facilita nuestra propia reconstrucción. Necesitamos parar, tener poca actividad, y reflexionar, por eso se nos quitan las ganas de hacer cosas, nos sentimos cansados y abatidos, no tenemos fuerzas ni apetito, adoptamos posturas de recogimiento y autoprotección, y las ganas de llorar insisten una y otra vez hasta que lo logran.
Es habitual que en esos momentos sintamos soledad, añoranzas, ira, culpabilidad, reproches…

La recomendación es no huir de la ella, sino permitirle que aflore y nos muestre lo que nos quiere enseñar, y nos hable de esa parte de nosotros mismos con la contactamos poco.

POSIBLES SOLUCIONES:
Aceptar la realidad de la pérdida.
Permitirse sentir el dolor y la tristeza, hasta que se extinga.
Buscar a las personas queridas que nos puedan escuchar y comprender.
Aceptar que se manifiesten al mismo tiempo la rabia o la culpa, pero no juzgarse y castigarse por ello.
Readaptarnos a la nueva situación. Seguir adelante a pesar del motivo que nos produjo la tristeza.
Darnos el tiempo necesario para salir de un modo natural.

Y si se alarga y no se le ve salida, la ayuda de un psicólogo o psiquiatra. Sin pudor. Hay que dar prioridad a estar bien.

Leer más…

¿CUÁNTOS AÑOS NO TIENES?

A raíz de escuchar al señor Helios Herrera en un vídeo, me he puesto a pensar en lo que explica.

¿Cuántos años tiene usted? –pregunta- y las personas responden, según es costumbre, el número de años que han trascurrido desde que nacieron hasta la actualidad.
- Tengo veinte años, cuarenta años, sesenta y tres años…
- No. Usted no tiene esos años. Esos son los que YA NO TIENE -dice-.

A veces, es conveniente que alguien te haga ver lo que crees que estás viendo sin darte cuenta. O que te digan lo mismo con otras palabras u otro enfoque para que lo veas bien.

Los años transcurridos son los que ya pasamos, los que se terminaron, los que no volverán, los que se han restado de nuestra vida.
Y el consumo y suma es imparable. Cada segundo que pasa va engordando los años que no tenemos, y nos van quedando menos por disfrutar y vivir.
Conozco varias personas que cuando leen la prensa lo primero que miran es la página donde aparecen las esquelas de los fallecimientos del día anterior, y la ojean con curiosidad pero sin reflexión.
Esas personas ya no viven, ya acabaron su oportunidad de disfrutar de la vida. Nosotros aún seguimos, pero… ¿somos conscientes de que estamos vivos, estamos en la vida, podemos vivir?
Los años transcurridos son físicamente irrecuperables, aunque nos queden los recuerdos y las enseñanzas, pero lo importante es el ahora continuo que es la vida, el ahora que va consumiendo poco a poco lo que teníamos reservado en el almacén que llamamos futuro.
Cada segundo que pasa es un segundo menos que nos queda.

Somos capaces de coser el cojín roto porque pierde el relleno; somos capaces de arreglar el grifo que pierde gotas de agua; somos capaces de ponernos a buscar cualquier objeto que hayamos perdido, aunque sea tan simple como un alfiler, pero… ese perder continuamente los segundos… ¿lo solucionamos?

Sí, ya lo sé, la vida va a pasar y se va a gastar de todos modos, pero eso no es lo mismo que “perderla”.
Perderla es desatenderla, o no sacarle todo el jugo, o no hacer de ella un sitio digno y confortable en el que estar mientras dure, o no responsabilizarse conscientemente de ella.

Quizás deberíamos cambiar la pregunta de “cuántos años tienes” por la de “cuántos años te quedan por vivir”.

Quizás deberíamos dedicarle un tiempo a esta cuestión y hacer algo.

Lo que cada uno decida hacer.

Leer más…

LOS NUEVOS MANDAMIENTOS

SÉ TÚ MISMO

Sé una persona de esas que tienen un claro conocimiento de quiénes son, que tienen criterios e ideas propias, que saben defender sus posturas con asertividad pero sin fanatismo ni testarudez, que son capaces de darse cuenta de sus errores, si los tienen, y no cambian de personalidad dependiendo de con quién estén.

ADÁPTATE

Practica la empatía; renuévate, no te niegues la posibilidad de crecer y aprende a sobrevivir en cualquier circunstancia; cambia lo que veas que tienes que cambiar sin miedo. Lo nuevo puede ser enriquecedor. No te opongas frontalmente, sé astuto y adáptate sin renunciar a ti.

TEN UNA BUENA AUTOESTIMA

Siéntete bien contigo, alégrate de los momentos en que puedes estar contigo a solas; valórate con justicia, revisa el concepto que tienes de ti y actualízalo; confía en tus capacidades, y aprende cuanto sea necesario para mejorar como persona; procura desarrollar tu inteligencia; valórate por lo que eres más que por lo que tienes.

SÉ RESPONSABLE

Responsabilízate de todos tus actos, de todos tus pensamientos, de tu vida. Ten una vida responsable que te pertenezca y que vaya por el camino que tú deseas que vaya. Sé responsable de tus estados de ánimo, de tu humor, de tu serenidad, de tus palabras y de tus silencios.

BÚSCATE

Nunca termina el encuentro con la totalidad de uno mismo… hay tantos matices... Pero el Proceso es una delicia; cada descubrimiento aporta una sensación de paz y de acercamiento a lo que se intuye como el conjunto perfecto, que anima a seguir a pesar de las dificultades que van apareciendo y de los momentos difíciles.

APRENDE A DECIR “NO”

No permitas que te roben tu tiempo ni tu energía los sinvergüenzas, los iracundos, los encolerizados, los negativos, los crueles, los agresivos, los inhumanos, los tiranos, los aprovechados, los falsos, los que te menosprecian… todos aquellos que te dejan una desagradable sensación cuando están a tu lado.

SÉ TU MEJOR AMIGO

Si consigues ser tu amigo, serás un buen amigo para los otros. Si tú te aceptas como eres, los otros te aceptarán. Sé comprensivo contigo, y empático, y perdónate todo aquello que tengas que perdonarte. Busca tu equilibrio, tu sinceridad, eso tan bello que guardas dentro de ti. Apréciate por cómo eres. Elimina esos pensamientos por los que te encuentras despreciable o poco interesante: eres un ser humano en proceso de perfeccionamiento. Y este es un buen motivo para amarte sin condiciones.

CUÍDATE

Nadie ha estado a tu lado desde que naciste, ni estará contigo en el momento de tu muerte, salvo tú. La responsabilidad de ti es tuya. Y de nadie más. No es que no tengas que encargarle a otro esta tarea, sino que es una maravilla que puedas ser tú, precisamente, quien te cuide, quien te mime, quien te aporte caricias y buenos deseos. Cárgate de optimismo y vitalidad, por si llegan momentos duros. No permitas que los otros te agredan, verbal o moralmente; ten la suficiente fortaleza para no depender de ellos. Sólo tú seguirás contigo, pase lo que pase.

VIVE EL INSTANTE

Disfruta cada instante, cada momento, cada respiración, cada amanecer, cada música, cada emoción… la vida está llena de instantes, y los instantes cargados de sensaciones. No pierdas ni uno sólo de ellos. Estás aquí para vivir, y no para otra cosa. Disfruta. Sé alegre. Sé consciente. Encuentra la alegría en la vida y en lo cotidiano. Los instantes menos buenos, vívelos también con plenitud: son tuyos, te pertenecen, aprende de ellos, o haz con ellos lo que creas conveniente: pero sé consciente de ellos. Los instantes son irrepetibles e irrecuperables, no lo olvides.

SÉ AMABLE

“Amable”, quiere decir “digno de ser amado”. Es una bellísima expresión. Sé amable. Pórtate de tal modo que puedas ser digno de ser amado.
También es muy importante ser afable, educado, entrañable, próximo, cordial, empático, y muy humano. Trata bien a la gente con la que tengas que tratar, sé buena persona, y sé sociable con las personas y cariñoso con los seres queridos.

ACEPTA LO QUE ES Y LO QUE HAY

El mundo no va a cambiar para ti, pero tú puedes cambiar la visión que tienes del mundo, y puedes aceptar las cosas que son y lo que hay. Son la realidad, aunque no te guste. Luchar contra ello es una batalla perdida de antemano. La utopía no pasa de ser utopía. Céntrate en las soluciones y no en lo que te parezcan problemas. Si no aceptas que estás despeinado, no te peinarás. Si no aceptas lo que es y lo que hay, no podrás cambiarlo.

SÉ BUENO

Que tu máxima aspiración sea ser una buena persona y una persona buena. El resto de cualidades quedan enmascaradas tras estas. Practica la bondad, potencia lo mejor de ti, sé correcto en tus acciones y justo en tus opiniones, estudia tu espiritualidad, interésate por los otros y por sus problemas. Haz el bien.

Estos doce mandamientos se resumen en uno: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (no sé por qué me parece que esto lo he copiado de alguna parte…), y esto ya sabes lo que quiere decir, que amarás a los otros en la misma cantidad y con la misma intensidad que te ames a ti. Y viceversa.

Leer más…

LA VIDA NO ES UN DRAMA

LA VIDA NO ES UN DRAMA…
¡¡ ES UNA EXPERIENCIA !!

A la vida no se viene a sufrir: se viene a vivir.

“Cuánto penar para morirse uno…”, esto escribió Miguel Hernández.

Pero a la vida, en cambio, hay que engalanarla con música de risa y con colores de esperanza, con guirnaldas de felicidad, y con el brillo de una mirada en paz.

Vivir mal es un error y un delito mientras exista la posibilidad de poner en nuestra vida –aún en las vidas más duras y menos amables-, momentos de armonía y paz, sonrisas y buenas palabras, y unos ojos que apetezcan ser vistos, una y otra vez, en el espejo que es la propia alma.

No somos víctimas de nuestra vida y de las circunstancias, sino sus desatentos gobernantes.

Vivir no es equivalente a soportar estoicamente, sino a decidir y actuar.

Actuar con las herramientas que tenga cada uno, pero haciendo todo lo posible para procurarse más y mejores.

Y no rendirse antes de intentarlo.

Por respeto a Uno Mismo, por dignidad personal, y por amor propio.

Leer más…

HABLEMOS DE VIVIR

Se trata de vivir.

No de pasarse el día poniendo un adjetivo a cada cosa que nos pasa, de hacer un inventario crítico permanente de lo que nos acontece, de juzgar y condenar cada suceso.

Se trata de vivir.

Y vivir conlleva tener que tomar decisiones que no siempre proporcionan el resultado deseado, o no satisfacen los sueños utópicos, o se alejan, y mucho, de lo que apetece.

Y hay más drama en la crítica interna que en el acto en sí.

El acto, el suceso, el resultado, la decisión, lo que sea… si están carentes de un adjetivo que los ensalce o condene no son más que otro momento más de la vida.

Y vivir es, también, arriesgarse, no atinar, decidir, seguir adelante con miedo, tomar decisiones, restar drama y conflicto, divorciarse de la búsqueda de la perfección, no ganar todas las afrentas… a fin de cuentas, Ser Humano.

Vivir es acertar y equivocarse, y las dos cosas son posibles.

Vivir no es quedarse quieto y dejar que sea el destino –que es como llamamos a no responsabilizarnos- quien decida, para así tener “algo” a quien culpabilizar en caso de resultado indeseado.

Vivir es caminar siempre adelante: ni estancarse, ni recular.

Tenemos un sabio interior que valora cada uno de nuestros actos, y toma nota para hacerlo del modo más adecuado la próxima ocasión en que nos veamos en una situación similar.

No es necesario un inquisidor cruel que nos martirice con hierros al rojo vivo porque “no acertamos”.

No es necesario rebajarse el grado de Autoestima porque el adjetivo que le hemos puesto al suceso –siempre innecesariamente- sea agresivo.

No es necesario enemistarse con Uno Mismo, ni aprovechar el momento para sacar trapos sucios y encima echarse en cara la retahíla de “errores” anteriores.

No es necesario paralizar la vida porque no esté siendo benévola, porque no cumpla nuestras fantasías –hay que saber dosificar la utopía-, porque no sea igual que la de otros, porque no tenga una banda sonora risueña y soles de colores, y aplausos, y confeti, y sonrisas de anuncio de dentífrico.

Vivir es comenzar cada día con el optimismo recargado, con un abrazo propio, con una sonrisa al encontrarse en el espejo; es cogerse del brazo y salir risueño a empaparse de vida, es desechar los minutos que nos atrapan en su red de acusaciones, es escapar de la redundante y machacona bronca continua.

Si hay algo que es necesario para vivir es una impecable relación con uno mismo, una aceptación plena e incondicional, una comprensión de que no se nace aprendido sino que cada cosa a la que uno se enfrenta sólo tiene un modo de salir óptimamente y un millón de modos de salir como no quisiéramos.

Pero eso es vivir: resolver del modo que se considere adecuado cada una de las situaciones, y hacerlo desde la mejor voluntad, con el mejor deseo, con todo el cariño, y con la confianza de que, sea cual sea el resultado, unos brazos abiertos nos acogerán sin juicio, como lo haría una abuela tierna.

Y no enzarzarse tras cada desacierto en enemistarse con uno mismo y rebuscar los adjetivos más crueles para clavárnoslos en el corazón de sentir, en la mente de pensar, en el impulso de vivir.

Las cosas pasan.

Lo que pasó forma parte del pasado y no conviene cargarlo con el oneroso drama de un adjetivo cruel.

Recuerda: Vivir… sonreírse… cuidarse… acogerse… amarse… respetar la dignidad personal… nada de malas caras contigo: eres el único o la única que lleva contigo desde que naciste –a pesar de todo…-, que está contigo a todas horas, y que te acompañará hasta el último momento.

Seamos cariñosos y benevolentes con nosotros.

(Francisco de Sales, es el creador de la web www.buscandome.es, para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal).

Leer más…

contador visitas gratis