Siempre nos dicen que no debemos llorar por un alguien que nos hizo daño, porque se supone que no merece nuestras lágrimas, pero no es así. No se trata de él, sino de lo que nos duele en realidad. No duele perderlo. Duele que haya entrado a tu vida, solo para destruir todo a su paso. Sí, aquello que con tanto esfuerzo construiste. No duele que no esté contigo. Duele que te haya dejado co…