VICTIMISMO CULPA Y SACRIFICIO EN LAS RELACIONES.

El sacrificio, la culpa o el victimismo son claves para entender los bloqueos emocionales.

Si el “yo debería” es cambiado por “yo deseo” o “yo elijo”se da un paso importante hacia la felicidad.

Aquello que hace de freno, obstáculo, desvío de esa energía respecto de conseguir nuestras verdaderas metas emocionales, conscientes o no, es lo que nos hace sufrir y que llamamos en T.T. “programas”.

El sacrificio y la culpa son el motivo racional o de creencias que justfica la negación de nuesta felicidad, es “morder la manzana” en el sentido simbólico-directo.

El amor a uno mismo a menudo es confundido con egoísmo, especialmente en según qué círculos sociales o religiosos.

Una interpretación desdibujada o confusa de cualquiera de los dos términos anteriores los hace sinónimos o similares y no tienen por qué serlo, pues el amor y el egoísmo son en realidad, términos antagónicos, no pueden confluir juntos.

“No me gusto”, es la consecuencia de “niego mi propia felicidad”. Cambio mi valor por “soy bueno” o algo similar, con la multitud de connotaciones, individuales y colectivas que ello conlleva es como cambiar una emoción por su sucedáneo: la idea mental estéril de sentirlo, sin sentir.

Lo que llamamos “programas” en Terapia Transgeneracional ( T.T ) son las “razones” “creencias” “bloqueos”mentales que nos alejan de la felicidad.

La felicidad viene de la plenitud y la armonía entre nuestras consciencia emocional por una lado, y lógica por el otro.

La lógica cumple unas reglas simbolismo del Padre. Es él el que pone esas reglas y las hace cumplir. Es nuestra “Autoridad” interna.

La paciencia es una cualidad paterna. Al revés, el stress o la falta de tiempo le hace perder poder.

Es el tiempo quien favorece al poder. “El tiempo”, se dice, “pone a cada uno en su lugar”

El estres y la impaciencia favorecen la desconexión del Padre, es decir, de nuestra Autoridad propia, de nuestra mitad.

El estrés, en el ser humano, es clave.

En un punto, a partir de 20 Hz de frecuencia, el ser humano se vuelve robótico, predecible y por lo tanto, manejable. Los 20 Hz marcan la frontera entre el dinamismo y el estrés.

Tenemos control remoto. Hay un punto en el que cedemos nuestro poder y autonomía: más allá de los 20 Hz.

Las resonancias Schumann son las frecuencias emocionales de la Tierra y se dan alrededor de los 13 Hz. Ellas nos estabilizan. La Tierra nos conecta con nosotros mismos.

Elegir el sacrificio o aceptar un dolor voluntariamente por una idea, culpa o razonamiento lógico nos causa estrés, dolor y nos debilita.

Elegir la mayor armonía posible, teniendo en cuentas tanto la parte emocional, como la lógica nos aquieta, nos estabiliza.

Que nuestros principales arquetipos, Padre y Madre, es decir, nuestra parte lógico-simbólica y emocional no compitan, sino que se alineen entre sí, potenciándose mutuamente es la otra opción y tiene una enorme repercusión tanto en nuestra felicidad como en nuestras relaciones en general y en las de pareja en particular.

 

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