Las distintas formas de maltrato infantil

Las distintas formas de maltrato infantil

En las últimas décadas el estudio de la temática del maltrato infantil ha experimentado un considerable auge. Ha pasado de ser una cuestión tradicionalmente asumida por la sociedad como una práctica normal a ser un área importante de investigación a partir de la publicación de las primeras investigaciones de finales del siglo XX. ¿Qué es el maltrato infantil? El concepto de maltrato infantil puede definirse como toda acción proveniente del responsable del menor, ya sea por comisión u omisión, que pone (o puede llegar a poner) en riesgo la integridad tanto física como emocional o cognitiva del pequeño. Uno de los aspectos determinantes que se analizan para valorar la existencia o no de este fenómeno deviene del estudio del ambiente en el que se desenvuelve el menor. Usualmente se habla de entorno desadaptativo o perjudicial cuando se dan diversos factores como una desestructuración a nivel familiar en la que se recurre frecuentemente a interacciones agresivas, escaso afecto, un nivel socio-económico marginal, un ambiente escolar disfuncional a nivel psicopedagógico, un entorno social carente de intereses, recursos culturales-urbanísticos insuficientes, o presencia de un ambiente conflictivo en el barrio. Una definición sobre maltrato infantil similar a la expuesta es la que recoge la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas de 1989: “El maltrato infantil es toda forma de violencia, perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, que se da mientras el niño se encuentra bajo custodia de sus padres, de un tutor o de cualquier otra persona que le tenga a su cargo”. 1. Tipos de maltrato infantil El concepto de maltrato infantil ha ido evolucionando desde la Edad Antigua hasta la época actual, pasando de ser una práctica que en ningún caso se consideraba denunciable, hasta definirse como un delito a partir de la últimas décadas del siglo pasado. La negación inicial de considerar el maltrato infantil como un fenómeno denostable se ha justificado tradicionalmente obedeciendo a tres principios principales: la idea de que el niño es propiedad de los padres, la creencia de que la violencia y la agresión son aceptadas como métodos disciplinarios adecuados y la falta de consideración de los derechos del menor como legítimos. 1.1. El maltrato físico El maltrato físico ha sido definido por Arruabarrena y De Paúl como un tipo de comportamiento de carácter voluntario que provoca bien un daño físico en el niño o bien el desarrollo de una enfermedad física (o riesgo de padecerla). Tiene, por tanto, un componente de intencionalidad respecto a infringir un perjuicio al menor de forma activa. Pueden distinguirse diversas tipologías de maltrato físico en función del fin que los progenitores deseen alcanzar: como forma de impartir disciplina, como expresión de rechazo al pequeño, como expresión de características sádicas por parte del agresor o como consecuencia del descontrol ante una situación familiar conflictiva determinada. 1.2. El maltrato emocional En cambio, el maltrato emocional no presenta la misma objetividad y claridad en cuanto a la posibilidad de delimitarlo. Los mismos autores lo conceptualizan como el conjunto de conductas relativas a una interacción más o menos mantenida en el tiempo y que se basa en una actitud de hostilidad verbal (insultos, desprecios, amenazas) así como en el bloqueo ante cualquier iniciativa de interacción por parte del niño hacia sus progenitores o cuidadores. Poderlo acotar como forma de maltrato infantil es complicado. Por otro lado, el abandono emocional se entiende como la ausencia de respuestas por parte de los padres que, de forma permanente, se muestran pasivos ante las demandas o señales que emite el menor sobre sus necesidades de interacción y conductas de afecto respecto de dichas figuras parentales. La diferencia principal entre ambos fenómenos alude, una vez más, a la intencionalidad de la acción; en el primer caso la acción es cometida y en el segundo, omitida. 1.3. La negligencia infantilEl abandono físico o negligencia infantil consiste en la acción de dejar de atender al menor al cual se tiene la obligación de cuidar, ya sea poniendo una distancia física objetivamente observable o no. Por lo tanto, esta práctica se entiende como una actitud de omisión, aunque determinados autores como Polansky consideran que este acto se efectúa voluntariamente por parte de los progenitores. Las consecuencias derivadas de la negligencia pueden ser tanto físicas, como cognitivas, emocionales o sociales, según Cantón y Cortés. Además, Martínez y De Paúl han diferenciado entre los conceptos de negligencia y abandono físico. El primer fenómeno puede ser tanto consciente como inconsciente y puede ser debido a aspectos como la ignorancia e incultura de los progenitores al no considerar estos actos como posibles causantes de daño psicológico al menor. Por contra, el abandono físico se orienta más a consecuencias de daño hacia el organismo (daño corporal) y se entiende como un caso de negligencia extrema. 2. Causas del maltrato infantil Tradicionalmente, y hasta la década de los noventa, se había relacionado de forma inequívoca la presencia de alteraciones psicopatológicas en los padres con la existencia de prácticas de maltrato infantil en el núcleo familiar. Tras las investigaciones de los últimos años, parece ser que las causas explicativas apuntan a factores más cercanos a aspectos socioeconómicos y circunstancias contextuales desfavorecedoras que menguan la red de apoyo social del menor y de la familia en general, generando en último término tensiones en el sistema familiar. Así, un modelo explicativo que ha tenido un importante soporte empírico es el propuesto por Parke y Colimer en la década de los setenta y ratificado por Wolfe en los ochenta. Estos autores hallaron que el siguiente listado de características mantienen una correlación significativa con la existencia de conductas de maltrato infantil en el sistema familiar: Escasas habilidades parentales en la gestión del estrés y en el cuidado del niño. Desconocimiento sobre la naturaleza del proceso de desarrollo evolutivo en el ser humano. Expectativas distorsionadas sobre el comportamiento infantil. Desconocimiento y subestimación de la importancia del afecto y la comprensión empática. Tendencia a presentar niveles elevados de activación fisiológica por parte de los padres y desconocimiento de modos adecuados de disciplina alternativos a la agresión. Desde lo psicológico hasta lo familiar, social y cultural Por otra parte Belsky, expuso al mismo tiempo un enfoque ecosistémico para explicar las causas que derivan en la aparición del maltrato infantil. El autor defiende en su teoría que los factores pueden operar en diferentes niveles ecológicos: en el microsistema, en el macrosistema y en el exosistema. En el primero se distinguen como variables de estudio los comportamientos concretos de los individuos y las características psicológicas de los mismos; en el segundo se incluyen las variables socioeconómicas, las estructurales y las culturales (recursos y el acceso a ellos, valores y actitudes normativas de la sociedad, fundamentalmente); y en el tercer nivel se evalúan las relaciones sociales y el ámbito profesional. Otros autores como Larrance y Twentyman apuntan a la presencia de distorsiones cognitivas en las madres de menores maltratados, mientras que Wolfe se inclina más a basar la causalidad en hallazgos que evidencian comportamientos negligentes de evitación y retirada del afecto. Tymchuc, por su parte, ha encontrado una correlación entre capacidad intelectual limitada y actitud negligente en el trato dispensado hacia los propios hijos, aunque no por ello concluye que todas las madres con retraso mental diagnosticado apliquen necesariamente dicha conducta disfuncional. Finalmente, desde la perspectiva cognitiva Crittenden y Milner propusieron en los noventa que existe una relación significativa entre el tipo de procesamiento de la información recibida del exterior (interacciones con el hijo, por ejemplo) y presencia de maltrato infantil. Parece haberse probado que los padres maltratadores presentan problemas de interpretación del significado de los comportamientos y demandas que expresa el pequeño. Así, ante tal alteración perceptiva, los padres suelen emitir respuestas de evitación, alejamiento o ignorancia a la petición del menor puesto que elaboran una creencia de indefensión aprendida asumiendo que no van a ser capaces de incorporar una nueva metodología más adaptativa y adecuada. Además, según el estudio, este tipo de padres también suelen subestimar la satisfacción de las necesidades de sus hijos priorizando otro tipo de obligaciones y actividades por delante del menor. 3. Indicadores del maltrato infantil Tal y como hemos visto, el maltrato emocional es más complejo de demostrar puesto que los indicadores no resultan tan claramente observables como en el caso del maltrato físico. De todos modos, existen ciertas señales provenientes tanto del menor como del adulto maltratador que pueden hacer saltar las alarmas y sirven para dotar de una base más sólida la prueba de que se están dando este tipo de comportamientos. 3.1. Indicadores de maltrato infantil en la víctima En un primer conjunto de variables a valorar se encuentran las manifestaciones que el menor como víctima exterioriza mediante sus verbalizaciones y conductas, por ejemplo: mantener una actitud retraída, servicial, o expresar rechazo a compartir temores y ciertas experiencias con otras personas cercanas; sufrir alteraciones en el rendimiento académico y en las relaciones con los iguales; presentar disfuncionalidad en el control del esfínter, alimentación o sueño; mostrar alteraciones en ciertos rasgos de personalidad y en el estado de ánimo, o desarrollar trastornos sexuales. 3.2. Indicadores de maltrato infantil en el agresor En un segundo grupo de factores se hallan los que hacen referencia a comportamientos parentales que se vinculan a prácticas de maltrato infantil con relativa frecuencia. Estas actitudes varían en función de la edad, pero en la mayoría de los casos suelen dirigirse hacia el niño o niña acciones de rechazo, aislamiento y evitación del contacto, ignorancia e indiferencia a las demandas del menor, empleo de amenazas y temores, castigos exagerados, negación en la expresión de afecto, ausencia de comunicación, desprecio, demandas exigentes desmesuradas, o bloqueo del desarrollo de un funcionamiento autónomo, entre otros. 3.3. Indicadores psicologicistas de maltrato infantil En un tercer nivel se encuentran las alteraciones producidas en las capacidades básicas de aprendizaje cognoscitivo como el lenguaje, el pensamiento simbólico y abstracto, el autocontrol emocional y la gestión de la impulsividad en las relaciones interpersonales. Relacionado con ello, se puede hacer referencia a las consecuencias a nivel educativo que sufre el menor expuesto al abandono emocional, como por ejemplo el hecho de pasar la mayor parte del día solo sin recibir ningún tipo de atención, frecuentes faltas de asistencia injustificadas a la escuela o escasa participación y colaboración familia-escuela. 3.4. Indicadores de maltrato infantil en el clima familiar En último término en el área convivencial del núcleo familiar los perjuicios observables se corresponden con la presencia de rechazo afectivo, aislamiento, hostilidad verbal y amenazas, incomunicación y bajo control emocional parental como ejemplos de maltrato emocional; y falta persistente de respuestas a las demandas del menor e incomunicación en lo relativo a muestras de abandono emocional. 4. Factores de prevención del maltrato infantil Según la propuesta de la Teoría de Sistemas de Beavers y otros autores posteriores, se distinguen una serie de dimensiones que contribuyen de forma determinante al establecimiento de un ambiente de relación familiar adaptativo y satisfactorio como los siguientes: Una estructura y organización donde se delimite cada uno de los subsistemas (la relación entre los cónyuges, la relación fraternal, etc.) a la vez que se permita cierta permeabilidad entre ellos. La presencia de comportamientos afectivos entre los miembros. Un funcionamiento circunscrito al estilo educativo democrático donde se defina claramente el control comportamental de la progenie. Rasgos de personalidad estables parentales y establecimiento claro de los roles que estos desempeñan en el núcleo familiar. Una dinámica comunicativa basada en la correspondencia, la expresividad, y la claridad. Una relación definida respecto de los sistemas externos al núcleo familiar primario (otros familiares, amistades, comunidad educativa, vecindario, etc.). Cómo se produce el desempeño de las tareas asignadas a cada miembro para favorecer el desarrollo psicológico de los más pequeños en las áreas vitales principales (las relaciones interpersonales, el afrontamiento de dificultades, el repertorio de comportamiento, la estabilidad emocional, etc.). Del conjunto de las dimensiones expuestas se desprende que la familia debe proporcionar al niño un espacio estable dotado de los recursos que permiten que este disponga de sus necesidades como ser humano cubiertas, tanto las físicas como las afectivas y educativas. Más específicamente, López señala que existen tres tipos de necesidades principales que la familia debe salvaguardar en relación a su descendencia: Las fisiobiológicas: como la alimentación, la higiene, la vestimenta, la salud, la protección ante peligros físicos, etc. Las cognitivas: una educación adecuada y coherente en valores y normas, la facilitación y exposición a un nivel de estimulación que agilice sus aprendizajes. Las emocionales y sociales: la sensación de saberse valorado, aceptado y estimado; el ofrecimiento de apoyo para favorecer el desarrollo de las relaciones con los iguales; la consideración sobre su implicación en decisiones y acciones familiares, entre otros. A modo de conclusión En definitiva, existen muchas manifestaciones distintas de maltrato infantil, lejos de considerarse exclusivamente el maltrato físico como única tipología válida y reconocible. Todas ellas pueden derivar en la aparición de consecuencias psicológicas de intensa gravedad en el menor, independientemente de la clase de práctica de que se trate. Por otra parte, parece ser clara la asunción de que esta problemática posee un origen multicausal, aunque los factores contextuales y socio-económicos se muestran como centrales en la determinación causal del fenómeno del maltrato infantil. Cabe resaltar, en último término, la relevancia de analizar en profundidad cómo pueden aplicarse las indicaciones que explican qué tipo de prácticas en prevención y protección son útiles y eficaces a fin de evitar caer en la aparición de esta grave desviación comportamental. Psicologìa y Mente

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