La magia Justo quería preguntarte por eso, Katherine. En tus novelas hay muchos personajes que tienen facultades psíquicas, como la pitonisa de El Ocho o el niño profeta de El Fuego. ¿Te preocupan especialmente las personas capaces de adelantarse al tiempo? Tengo muchos amigos con esas capacidades –admite Katherine con naturalidad–. Yo, en cambio, no las tengo ni tampoco me ha interesado desarrollarlas. Sin embargo, es muy frecuente que me pregunten si yo canalizo mis libros, si los espíritus me dictan las tramas, ¡y nada de eso! Sé, sin embargo, que quienes poseen ese don sufren mucho con él. Además de lo psíquico, otro factor dominante de tus obras es la búsqueda de la inmortalidad. Y en ese camino, hacia la mitad de El Fuego terminas dando con algo intrigante: lo llamas “las instrucciones originales”. ¿Qué es eso? No es un término que yo haya acuñado. Procede de una tradición indígena americana muy antigua. Durante siglos, los indios más septentrionales tuvieron a su cuidado esas “instrucciones originales”, y descubrirlas fue algo importante para mí. Mientras que El Ocho fue un libro centrado en el patrón oculto tras la Naturaleza –la música, las vibraciones, las leyes de Fourier...–,El Fuego se apoya en esa creencia indígena para dar con el Plan que se oculta tras cada cosa que existe. Descubrí que si en la Naturaleza algo sigue su propio patrón preestablecido de forma orgánica, sin dejarse interferir, entonces está siguiendo esas “instrucciones”. De algún modo es como estar adorando a Dios de la forma correcta. Por eso creo que si Al Jabir [Geber para los cristianos, alquimista del siglo XIV al que Neville atribuye la fundición del juego de Montglane] quiso esconder algo en su ajedrez, creo que fueron esas “instrucciones originales”. ¿Y crees que existe de veras algo así? Desde luego. Todo en la Naturaleza está regido por ellas, incluso las rocas. Todo lo que es armónico y orgánico sigue esas “instrucciones”. Y a algunos de mis personajes, comprenderlas y dominarlas los acerca a la inmortalidad. Me resulta curiosa esa obsesión tuya por la inmortalidad. En estos últimos meses se han publicado otros libros con parecidos mimbres, como Santuario, de Raymond Khoury (MÁS ALLÁ, 237). ¿Lo conoces? No lo he leído, aunque tampoco me extraña. Mira: el mismo año que se publicó El Ocho vio la luz otro libro de gran éxito, El Alquimista, de Paulo Coelho. Esa obra no se publicó en inglés hasta tres o cuatro años más tarde, y pasó un buen tiempo hasta que la leí. Pero lo curioso es que recogía más o menos la misma clase de búsqueda que El Ocho. Su protagonista también busca un elixir de la vida eterna. Supongo que está en el Plan. ¿El Plan? Sí. Creo que debe de haber uno que explique todas estas pequeñas y grandes casualidades. ¿No te parece? Uno de los temas que más interesan a Katherine Neville es la alquimia. Las estanterías de su casa en Warrenton, a unos 50 kilómetros de Washington DC, están llenas de obras sobre el particular. Lo importante en la alquimia es el camino –explica–. Y el camino es lo que dice T. S. Elliott: regresar al punto de partida para conocerlo por primera vez. Todos los caminos, no importa si son sufíes o la Ruta Jacobea, tienen que ver con el proceso de transformación personal, y ese es el que nos conducirá a la transformación de la sociedad. ¿Buscas cambiar la sociedad con tus novelas? –pregunto. Digamos que mis obras promulgan cómo hacerlo. Y lo hago en una ficción porque la gente tiende a prestar más atención a las novelas que a los ensayos, por la sencilla razón de que las viven. Enseñar a alguien con un libro que puede embarcarse en una búsqueda trascedente, y que puede vivir aventuras y, a la vez, hacer algo bueno por los demás, es fabuloso. El fuego: Escenarios clave BOSQUES DE DUMBARTON OAKS: No muy lejos del Capitolio de EE.UU. se esconden las últimas fichas del ajedrez de Montglane. KEY PARK: Un pequeño parque de Georgetown arropa uno de los diálogos más intensos de la novela. TAPIZ DE HESTIA: Esta imagen única de la diosa griega Hestia desencadena el verdadero drama de El fuego. CANALES DE GEORGETOWN: Asomados a estos bellos canales viven los protagonistas modernos de la novela de Neville.
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