La Educación en mi país

Hay que vivirlo, para comprenderlo y aún así es mejor callar si no se tiene nada bueno que decir Comentario de la Profesora: Lucy Lara Rocha El lunes, 02 de noviembre de 2009 Qué triste escuchar a panelistas, políticos, conductores de televisión, ministras, alcaldes, modelos, candidatos y otras "personalidades" públicas y otras no tanto, opinar negativamente sobre el movimiento de profesores, sin siquiera pestañear, cuando se refieren a las remuneraciones que percibimos y los recursos inyectados a la educación en los últimos años. Me pregunto, si mientras hablan se acuerdan de lo que les pagan a ellos por esos 5 minutos de fama, sueldos estratosféricos, que subvencionarían la educación de varias escuelas. Viven en casas de 300 o más metros cuadrados mientras los profesores con suerte en una de 70, después de varios años de ampliaciones y arreglos chasquillas a la casa de 35, si es que han logrado ahorrar para postular a casas sociales o básicas. Siempre echándole la culpa a los profesores de los bajos rendimientos de los alumnos. Cómo me gustaría que estuvieran en una sala de 5x5 con 47 alumnos cuya mayor preocupación es la hora de la comida del colegio, con una atención interferida por las desgracias familiares, labilidad emocional, los problemas de aprendizaje, los déficit atencionales, los problemas conductuales, las deficiencias socioculturales, el abandono, la escasez, la falta de amor, los sustos, las secuelas de violencia. También en esa sala están los inadaptados, los que no comieron porque nadie los alimentó en la mañana, los desmotivados, los que vieron en la cama del lado los golpes que le dieron a su madre, los atrasados de todos los días, los que nunca tienen lápiz, ni cuaderno, ni recursos para las actividades, los que no organizan sus cuadernos, los que jamás estudian, los 8 ó 10 que no alcanzaron libros de textos, porque no estaban matriculados en diciembre del año anterior, los desorientados, los tímidos, los que sufren discriminación, los de baja autoestima, los repitientes, los desafiantes, los agresivos, los dañados por adultos locos, además de los con necesidades educativas derivadas de discapacidad, los que van a la mitad o menos de las clases por enfermedades frecuentes o autorizados a faltar por su familia, los que hay que dejar que hagan lo que quieran, porque si les llaman la atención, su familia denuncia en secretaría y esta coloca en tela de juicio la verdad del profesor antes que la del apoderado, por supuesto, también hay profesores descontrolados que han cometido errores garrafales, pero generalmente están identificados y han merecido sus castigos, pero son los menos, etc. Estos pseudopersonajes de los que hablo y que amplifican en los medios sus oblícuos pensamientos e irrespetan a los profesores, como si supieran de lo que hablan y ni se arrugan, mientras lo hacen, tocan su billetera, para comprobar que no han gastado ni la mitad del fajo que cobraron en sus 5 minutos de fama del mes anterior para decir estupideces y sembrar el odio en la ciudadanía. Ellos deberían entrar a esa sala de la educación pública una hora. A esa sala con las tablas sueltas, donde no hay ventilación porque si se abren las ventanas se caen, donde se ilumina con una ampolleta de 60w, donde las mesas están cojas y las sillas con un tornillo que rompe las calcetas, donde el profesor tiene que ubicar su mesa, si es que la tiene, en la puerta, para evitar que los desmotivados, los desordenados y otros muy impulsivos, se escapen mientras intenta dar una lección de geografía. Esa sala que tiene los papelógrafos, las fotocopias, las cartulinas, los adornos de goma eva, los basureros, el alargador, la caja de cartón con libros que es la biblioteca de aula, los plumones de pizarra, los lápices de mina y los cuadernos que tiene que tener disponibles en la sala, para reemplazar todos los días alguno perdido , las chapas de los estantes, los corchetes, los pañuelos deshechables, el confort, los pegamentos, todos sacados de los escuálidos sueldos de los profesores. Esta gente debería ver que toda esa diversidad de alumnado, está al mismo tiempo en una clase en la educación pública un largo y estresante año lectivo. Ellos son nuestros alumnos, los que no van a la educación particular cuyo costo es de 200.000 o más pesos, donde hay un data por sala, salones multimedios, equipos profesionales de amplificación, 20 alumnos en una sala de 6x8 metros, con una biblioteca de pared a pared, con un entorno social favorecido, con recursos económicos y uniformes de marca, con licencia de conducir; lenguaje, autoestima, inteligencia desarrollados por su entorno sociocultural y familiar, con salud compatible porque la pueden pagar, frenillos dentales, cortes de pelo de peluquería, mesa abundante con mantel bordado, jugos naturales, mochila de moda, cepillo dental eléctrico, casa de 5 dormitorios, 3 baños y departamento de servicio, viajes a Estados Unidos, vacaciones en Cancún, intercambio estudiantil, viajes de fin de curso, viajes en avión de fin de semana, acceso a cultura, deportes de elite, tecnología de punta, banda ancha, roce social. Sus profesores no trabajan en dos o tres colegios, para poder darle de comer a sus propios hijos y con suerte colocarlos en un colegio particular subvencionado. Si sumamos a esa diversidad, las condiciones de vida del profesor de la educación pública, las penurias de las deudas, la presión del perfeccionamiento ya que debe rendir sobresaliente si no quiere pasar vergüenza dado que por ser profesor y además porque tiene que costeárselo tiene esa presión social extra, más los requerimientos de sus propios hijos y su esposo/a, que lo/a acusan de la misma falta de apoyo que odia en sus apoderados, porque nunca tiene tiempo para ellos, más la falta de sueño, por planificar, corregir pruebas y diseñar estrategias hasta las dos de la mañana porque no se incluye estas actividades docentes en la carga horaria; las enfermedades profesionales, que tiene a muchos docentes diagnosticados con depresión, estrés, disfonías, mangos rotatorios destruidos por el peso de los bolsos, dolores lumbares y otras enfermedades destructivas. Afortunadamente en la sala de educación pública, hay también un grupito pequeño de alumnos aventajados, que quieren aprender, que tienen apoyo de sus padres, que son queridos, que tienen una familia con aspiraciones, que quieren doblarle la mano al destino, por haber nacido en la pobreza, o porque tienen una madre esforzada y trabajadora y hacen esfuerzos sobrehumanos para escuchar el discurso del profesor entre los ruidos y las voces de los distraídos, son aquellos que respetan, que están pendientes de su clase siguiente, que aprecian a sus profesores y los valoran fomentado por sus padres. Ellos son los beneficiarios de esta educación pública, ellos obtienen el rendimiento esperado en el Simce y algunos consiguen llegar a la educación superior, pero no marcan la diferencia que el sistema requiere para sobresalir en Latinoamérica ni en ninguna medición, porque son pocos. Afortunadamente también en la educación pública, hay muchos profesores con mérito, para ser jefes, para estar en equipos de poder, líderes pedagógicos, destacados en su palabra, generosos en sus acciones, nobles y entregados, luchadores, perseverantes con la diversidad. Ellos podrían ganar más sueldo en un cargo directivo o trabajar en una universidad o en equipos de investigación, pero no, ellos insisten todos los días con estos chicos de la educación pública, a ver si suman uno más al grupo que va a progresar y lo intentan todos los días, en la asfixia de una sala atiborrada, mal iluminada y sofocante, con su dolor lumbar y su pseudosalud a cuestas, con una sonrisa dulce y acogedora intentan otra vez enseñar la letra olvidada, el valor de la vida natural y social, un paso de danza, un canto gregoriano o corregir un cálculo impreciso, en una sala llena de hambre, dolor, soledad, pobreza, desnutrición, incapacidad, deficiencia, amargura, necesidades educativas especiales y generales, sin claudicar. Lo hacen porque los ven y empatizan con su individualidad, esa que todos creen conocer, pero que ni la sociedad ni el sistema educacional con sus paradigmas, marcos curriculares, mapas de progresos, logra comprender a cabalidad, sino, respondería a estas necesidades educativas, con la idea frenética de salvarlos cual lista de Schindler, escucharía con pavor ese grito de auxilio que dan estos niños y sus familias todos los días y reaccionaría adecuadamente, empezando por relevar a sus profesores mediante un trato justo, devolverle su dignidad, reconocer su importancia, estimular a todos y no sólo a unos pocos, acrecentar su vocación, generando condiciones laborales dignas, y no andar por ahí desprofesionalizándolos con epítetos descalificantes. La sociedad debe recordar frecuentemente que los profesores, son los principales protectores sociales idóneos que estos niños poseen en la escuela pública. Y para los niños de la escuela pública, sería humano, a lo menos, proveerles de una ventana abierta, una luminaria clara, dos metros más de espacio en la sala y entonces el mundo comenzaría a ver que ellos importan más que el número de su evaluación en las pruebas estándares. A lo mejor deberíamos hacer un nuevo paro para defender a estos niños de este sistema cruel, limitado, paupérrimo y denigrante llamado educación pública que las sociedades se han empeñado en resaltar como un valor, cuando lo único que tiene de bueno es que es accesible a los que tienen menos, pero no les da más, ni se acerca un poquito siquiera a los sistemas escolares no públicos. Para eso tendría que poner a su disposición todos esos elementos culturales, sociales, económicos y familiares que tienen los niños de colegios privados. (Copiado y reenviado por Eugenio A. Jaramillo Muñoz, Secretario General del Colegio de Profesores de Chile, Provincial Colchagua) Noviembre 22 de 2009

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